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Oigo por la radio mientras me tomo el cafelito mañanero: «imputada la esposa  del presidente de la Comunidad de Madrid, Francisco González, vicepresidenta de la patronal madrileña». Me digo que a estas alturas ser dirigente del Partido apostólico debería comportar –incluso estatutariamente--  la distinción de estar procesado o imputado como parte del cursus honorum. E incluso una medalla. Lo malo del caso, sin embargo, es que la inflación de imputaciones conllevaría una determinada devaluación de tales honores.

La inflación de distinciones y honores ya fue observada en su día por Michel de Montaigne. Explica el autor de los Ensayos que en tiempos de su abuelo se concedieron unas cuantas medallas del Toisón de Oro que se multiplicaron lo suyo en vida de su padre. Y ahora, que vuelve a incrementarse el premio, me proponen para que yo la ostente. «Por eso la rechazo», declaró tan bombástica como elitistamente.


Algo parecido podría pasar ahora. Es tanta la corrupción que, a ojos de los sujetos que la practican, podría ser motivo de pertenecer a una cofradía o hermandad con tanta naturalidad como la de ser miembro del club náutico de Matarenys. Incluso acudir a los juzgados con voluminoso expediente bajo las espaldas sería algo glamoroso o, como se decía antes, «chic». Más todavía, la actuación diligente de no pocos jueces –más que nunca, no se olvide--  podría ser considerada como de mal gusto o un exceso de celo injustificado. Por eso, no entendemos la actitud testaruda del fiscal Horrach que se empeña en que Madame Urdangarín no sea imputada por el asunto que usted y yo conocemos. Lo que, dadas las circunstancias, aleja a la señora de esa clase política que, distinguidamente, ha puesto las manos en los bolsillos públicos. Con lo que, si hablamos de manos, podría llegar el día en que «poner las manos en el fuego por Fulano o Zutana» perdería todo el sentido primigenio de la expresión. O, mejor dicho, habría que poner las manos en el fuego como símbolo indubitado de que el chorizo (o la choriza, no hagamos discriminaciones) está acreditado como tal y, por ello, merece ser condecorado con el Toisón de Oro o algunas de sus franquicias.   


Seguir llegint... HAY QUE CONDECORAR A LOS MALHECHORES


Font: upec
18/12/2013
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