Los vecinos de Burgos han conseguido paralizar definitivamente una obra municipal que no habían demandado, que consideraban perjudicial incluso, y que comprometía unos caudales públicos escasos que se niegan a objetivos más humildes pero mucho más provechosos para los afectados.
La protesta ha tenido repercusiones en otras ciudades españolas en las que se han realizado o se están realizando intervenciones municipales similares: reformas no demandadas, de mera cosmética y absurdamente caras, mientras se proclama a los cuatro vientos la austeridad, se abomina del déficit y se escatima la financiación de necesidades reales, de fondo; verbigracia, la sanidad, la educación, los servicios sociales, la cultura.
No es un problema de incoherencia municipal, ni de torpeza. Detrás de esas actuaciones aparece con mucha claridad la presunción de que el voto ciudadano en las elecciones es un voto en blanco, una delegación incondicional en unas personas para que actúen como mejor les parezca, sin mandatos, sin sujeción a programas previamente publicitados, sin responsabilidad ni obligación ninguna de los representantes hacia sus representados, dentro de una concepción política neoliberal en la que el bien público es sustituido por el negocio publicoprivado (o privadopúblico, que tanto monta).
Hay algo más, sin embargo. José Luis López Bulla aludía, en una entrada de este blog, pocas fechas atrás, a la “pirámide” de Maslow. Esta formulación, aparecida si no me equivoco en los años setenta del siglo pasado, señala que, una vez se han satisfecho las demandas sociales básicas de un colectivo cualquiera, surgen de inmediato nuevas demandas situadas en un nivel superior, es decir, más exigentes y sofisticadas que las anteriores. El pensamiento neoliberal advirtió de inmediato la amenaza potencial de esa situación: un ascenso en la calidad de vida y en las expectativas de bienestar de las clases más desfavorecidas implicaba de inmediato una catarata de nuevas reivindicaciones capaz de disparar de forma indefinida el gasto público de la administración correspondiente. Fue el comienzo de las teorizaciones sobre la “democracia limitada”, la “sana” austeridad de los administrados y la conveniencia de un filtrado drástico de las demandas sociales para determinar cuáles eran asumibles por los gobernantes y cuáles no. A partir de esas premisas, puestas en práctica en primer lugar por el reaganthatcherismo, se ha ido desarrollando toda una perspectiva política compleja y articulada, desde digamos el FMI hasta el ámbito local de los consistorios municipales, con el punto de mira siempre enfocado en la reducción del gasto público: se frenó su incremento primero, se recortó después, y por fin se está procediendo a suprimir partes sustanciales del mismo. Y es curioso constatar que también en este aspecto se cumple la ley enunciada por Abraham Maslow: la codicia de los administradores se ha fijado nuevas metas de contención de los gastos sociales en cada ocasión en que ha alcanzado los objetivos anteriormente previstos. No le ha bastado con cerrar el grifo, está arrancando a los ciudadanos rentas, subsidios y derechos que les habían sido solemnemente concedidos; y al robo legítimo y el recorte abusivo se suma, cada vez con mayor frecuencia y violencia, la represión policial como “última ratio”. Por eso el éxito de Gamonal es hoy, para todos nosotros, mucho más que una anécdota: es un emblema
Send to a friend
more...
