Lo hemos leído en http://www.eldiario.es/politica/Jauregui-entusiasmos-despertar-pequenos-acreditado_0_262824046.html: «Jáuregui no entiende el "entusiasmo" por los "partidos pequeños que nunca han acreditado nada"».
De entrada me produce alarma, tanto por el contenido de lo expresado por quien lo formula. El dirigente socialista siempre ha procurado, por lo general, cultivar una imagen sosegada, un temple un tanto alejado de las prácticas retóricas tabernarias como de los anacolutos políticos. De ahí que parezca insólita su formulación que, bajo una sintaxis temperada, parece esconder una incomprensión (o, tal vez, desconocimiento) de dos grandes elementos: uno, el corrimiento del viejo consenso de una parte no irrelevante del electorado socialdemócrata hacia otras formaciones políticas «pequeñas», y, otra, la gradual instalación de su partido en lo que Alain Supiot llamó la «izquierda paliativa». Es decir, Jáuregui –que ha acumulado no pocas dioptrías en los últimos tiempos, si no es imposible entender su sentencia— se auto incapacita para entender por qué los «grandes partidos» han sido incapaces, con su amplia representación, de «acreditar algo». De igual manera podríamos achacarle al dirigente socialista no percibir que el bipartidismo está gripado y que la abstención se haya convertido en una pandemia en todos los procesos electorales así en España como en Europa. Bueno sería sería recordarle al amigo Jáuregui que relea a Shakespeare: «¡La culpa, querido Brutus, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos que consentimos en ser inferiores!».
Hay algo más soprendente en Jáuregui: algo así como que la gente tuviera que mantener la fe del carbonero haga lo que haga su viejo partido de referencia. Es decir, sin entender que ya no vale lo que antes se daba por sentado exageradamente: «Obrero naturaliter socialista». En otras palabras, nuestro hombre no capta que de dicha teología se ha pasado a la actual teodicea socialista. O tal vez no quiera ver que esa vieja dama, doña Correlación de Fuerzas, quiera echar una manita ahora a los «pequeños» para ver cómo gestionan el asunto.