Conferencia en la Universidad de Zaragoza
(20 de septiembre de 2011)
(20 de septiembre de 2011)
José Luis López Bulla
(Homenaje a don Manuel Tuñón de Lara)
[…] Lord Mansfield, presidente del Tribunal Supremo del Reino Unido, declaró en el último tercio del siglo XVIII que los sindicatos “son conspiraciones criminales inherentemente y sin necesidad de que sus miembros lleven a cabo ninguna acción ilegal”. La acusación de este magistrado, que será recurrente en toda la literatura liberal de la época, es que tales asociaciones intentan alterar el precio de las cosas, es decir, mejorar los salarios. Es el constructo jurídico que recorre el siglo XVIII, quedando sancionado por la Ley General de 1799, que prohibía taxativamente cualquier tipo de asociación, y que bajo diversas situaciones (de durísima represión) estuvo vigente en aquellas tierras hasta la década de 1870. Más allá de esta brutalidad, podemos sacar dos conclusiones. 1) Durante el siglo XVIII existen ya movimientos societarios en Inglaterra, asociaciones protosindicales de autodefensa, considerados como enemigos por parte de los poderes económicos y la coalescencia de éstos con la Magistratura. 2) La brutalidad de Lord Mansfield es el resultado de la derrota del Derecho de las corporaciones artesanas por el Derecho de las corporaciones mercantiles que, tras adquirir sólidamente el dominio de las relaciones económicas, desemboca en el territorio de las relaciones de producción, apoyadas con la fuerza coercitiva de los poderes públicos. De ahí que un lúcido Karl Polanyi afirmara: “en lugar de que la economía se incorpore a las relaciones sociales, éstas se incorporan al sistema económico” [La gran transformación, en Fondo de Cultura Económica, 2003]
Estamos hablando de una gigantesca mutación de época, especialmente referida a los procesos de innovación tecnológica, que es el baricentro del desarrollo industrial a gran escala. Sus hitos más significativos son: en el año 1764 se crea la primera máquina de hilar; en 1769 la hiladora impulsada por fuerza hidráulica; 1776 Máquina de vapor como propulsor del fuelle de altos hornos que fue definida posteriormente por Marx como el agente principal de la gran industria pues en un abrir y cerrar de ojos se aplica a todo tipo de industrias; en 1785 el primer telar mecánico. La aparición del ferrocarril mejora las comunicaciones y, perdón por el esquematismo, es a aquellas épocas lo que Internet es a la nuestra.
Estamos hablando de una gigantesca mutación de época, especialmente referida a los procesos de innovación tecnológica, que es el baricentro del desarrollo industrial a gran escala. Sus hitos más significativos son: en el año 1764 se crea la primera máquina de hilar; en 1769 la hiladora impulsada por fuerza hidráulica; 1776 Máquina de vapor como propulsor del fuelle de altos hornos que fue definida posteriormente por Marx como el agente principal de la gran industria pues en un abrir y cerrar de ojos se aplica a todo tipo de industrias; en 1785 el primer telar mecánico. La aparición del ferrocarril mejora las comunicaciones y, perdón por el esquematismo, es a aquellas épocas lo que Internet es a la nuestra.
Las consecuencias de todo ello fueron, grosso modo: un aumento espectacular de la producción y la productividad, mediante la aplicación de las constantes innovaciones al proceso productivo; el crecimiento incesante y auto sostenido de la economía que provocará el modelo capitalista basado en la plusvalía. Lo que se ve favorecido por la ausencia de controles y de organizaciones que hagan de contrapeso. La consecuencia en las clases trabajadoras es dramática: condiciones infrahumanas de trabajo y vida, amplias masas en desempleo. Un epifenómeno que se dio en llamar el pauperismo. De todo ello Engels dejó escrito, a sus veintidós años, uno de los textos más emblemáticos del siglo XIX: La situación de la clase obrera en Inglaterra. De todo ello dará cuenta, en el terreno de la novela, Charles Dickens.