Ruego encarecidamente que no se pierdan la lectura de (clica aquí) Generalizando sobre los catalanes. Su autor es mi viejo amigo Paco Rodríguez de Lecea, un catalán tan mestizo como un servidor: él criado en Madrid, un servidor nacido donde la Vega mira de tú a tú a la Alhambra. Paco Rodríguez irónico y elegante; un servidor, tras la lectura de esa generalización, hecho un basilisco. Reincido, no se pierdan el artículo de Paco Rodríguez.
Hablando en plata: al menos en este caso que se relata un embajador español puede ser un redomado mentecato. Y, así las cosas, nada impide que el susodicho mentecato pueda estar destinado en Grecia, un lugar donde el Ministerio del ramo debería ser cuidadoso con la gente que envía en su labor de representación del Estado. A menos que el gobierno español tenga interés en que las relaciones diplomáticas entre ambos estados sigan siendo, por decirlo con suavidad, más ásperas. Sí es así lo conveniente es enviar a mentecatos o zascandiles, mejor si lo son de marca pata negra. Pero entonces se opta porque el embajador sea un pirómano en vez de un hábil componedor que es lo exigible al cuerpo diplomático. Con un agravante en este caso: el mentado zascandil no sólo agrava las relaciones entre ambos estados sino que enreda más las cosas entre Cataluña y el gobierno español.
Comoquiera que Paco Rodríguez no habla si no tiene pruebas, a mí nada me impide que establezca una hipótesis –he dicho hipótesis, lo que significa que no es una certeza-- que me aproxime a la personalidad de ese deslenguado embajador: o bien no está en sus cabales o bien es un inmoderado en el consumo del celebérrimo retsina, un vino que si no estás al tanto se te sube a la cabeza en menos que canta un gallo. Si tal fuera, las primeras conclusiones serían éstas: conviene que en el cuerpo diplomático vigile a cuantos orates alberga y enviarlos al manicomio; en la segunda hipótesis, entiendo que algunas representaciones importantes en el exterior deberían estar vedadas a los borrachazos acreditados: es mejor que estropicios de esta guisa los hagan en el interior, por ejemplo, en la delegación del gobierno de alguna comunidad autónoma, y todo quedaría en casa.
Apostilla. Cuando Rajoy grito en cierta ocasión aquello de «viva el vino», no era cosa de llevarle la contraria. Naturalmente, con moderación. Nunca con ese seguidismo acrítico del embajador en Grecia con eso del bebercio (siempre que este sea el caso de tan chiquilicuatro exponente de nuestro cuerpo diplomático).
Nota bene. Excúsenme quienes lean esta entradilla. Lo digo por el tono jocoso de la misma. Comprendan ustedes que si lo hubiera escrito en tono mayor el señor embajador no estaría en condiciones de entenderlo.