Por Agustín Pérez (director de Ágora Social)
Hace poco tuve noticia de una campaña dirigida a recaudar fondos de empresas que descollaba por su ingenio y que aparentemente cosechó grandes resultados para una ONG de la que nunca había oído hablar.
No voy a dar detalles de ella para que no sea reconocible, ya que no quiero señalar a la ONG en cuestión ni a la agencia que le aportó su creatividad.
Digo que sus resultados eran aparentes porque, al preguntar a la ONG, esta nos reconoció con toda honestidad que solo se había recaudado la décima parte de lo que se había proclamado en los medios, una cifra de varias decenas de miles de euros.
Un resultado económico magro, aunque una difusión muy amplia de la noticia de la campaña, cifrada en un alcance de millones de personas.
¡Pobre consuelo! Que haya llegado a tanta gente como noticia tiene escaso valor si esta notoriedad no es persistente. Y no me parece que ayude de forma significativa a ganarse el favor de las grandes empresas, que no eligen con quién colaborar por una notoriedad efímera, sino por su adecuación para cumplir con sus políticas de acción social.
En una época en la que la atención de la gente está tan dispersa, sobresalir una vez o unas pocas veces más no te garantiza instalarte en la mente de las personas. Se necesitan más impactos y que estos te inciten a la acción. El mero relato de la acción realizada no conduce a la gente a colaborar, a lo sumo deja un poso en su mente sobre la existencia de la organización.
Y para ganarse el favor de las empresas, sobre todo las de las más grandes, hay que cultivar la relación con ellas partiendo de algún nexo de interés común. No vale solo con hacer ruido.
Todo esto lo digo porque constato una vez más que una acción publicitaria ingeniosa, realizada de la mano de una agencia con ideas guerrilleras, no es necesariamente vendedora. A veces quien más se beneficia es la agencia, no la ONG.
He trabajado durante años con publicitarios de renombradas agencias y sé que es difícil calibrar de antemano el efecto de sus creaciones. Aunque desde hace mucho llegué a la conclusión de que no hay que dejarse deslumbrar por su ingenio. Para que la publicidad (convencional o no convencional) funcione, la agencia tiene que conocer muy bien la causa que tiene entre manos y la audiencia a la que se dirige.
Si no, hará cabriolas espectaculares que terminarán en un tortazo. Luego lo disimularán con la gran difusión que se dio a sus ideas, pero ocultarán o maquillarán lo resultados.
Los publicitarios son caballos briosos, capaces de hacer galopar a tu organización. Pero tú debes llevar las riendas con firmeza para que te lleven a donde quieres ir, no donde a ellos les interese.
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Press Release N° 32–2024
El primer lanzamiento de Ariane 6 está previsto para el 9 de julio de 2024 desde el Puerto Espacial Europeo en la Guayana Francesa, según ha anunciado hoy el Director General de la ESA, Josef Aschbacher, en el Salón Aeronáutico ILA de Berlín.
Es tan amplio este título, que sé positivamente que no podré resolver bien esta reflexión. El inmenso debate, desde hace siglos, en el que se pretende dar una explicación al mal en el mundo, siendo éste creado por un Dios bueno, ha roto la cabeza a personas más listas que yo desde hace más de dos mil años. Obviamente, no pretendo encontrar una respuesta correcta, como mucho explicar lo que yo opino sobre el tema bajo mi punto de vista de andar por casa.
Como mínimo, ustedes me permitan, les voy a colar un cuento zen de los de toda la vida. El cuento del campesino que tenía un caballo: un día ese caballo se escapó y la gente le decía “qué mal”, y el campesino respondía “¿quién sabe?” Al día siguiente, el caballo volvió con una manada de yeguas y la gente decía “que bien”, a lo que nuestro campesino respondió invariablemente “¿quién sabe?”. Su hijo montó uno de los caballos nuevos, se rompió la pierna, qué mal, vino el ejército a reclutar jóvenes y el hijo del campesino no pudo ir a la guerra, qué bien… creo que me han entendido.
Nunca sabemos el alcance de lo que nos pasa, hasta que años después volvemos la vista atrás, y entendemos que era exactamente lo que tenía que haber pasado. Y si no lo vemos así, dale una década más y lo verás más claro. Aparte de que los hechos ¿fortuitos? nos pueden llevar al cielo o al infierno, a veces, si estamos en un comportamiento dañino para nosotros, el que nos vaya mal, muy mal, y peor, es una bendición que nos quiere apartar del mal camino.
Generalmente nosotros somos la causa de nuestro propio mal por nuestra incapacidad de comprender y nuestra falta de conciencia. Nosotros atraemos nuestro propio mal que nos quiere sanar de nuestro comportamiento erróneo. El típico refrán de si no quieres caldo siete tazas, es perfectamente aplicable en estos casos. Si las consecuencias perjudiciales de nuestros malos actos no nos echan atrás, el mal creciente es la única manera de desviarnos de nuestro rumbo erróneo. Si quieres llamar a eso mal en el mundo puedes hacerlo, con el tiempo yo lo veo como el bien que todavía no comprendemos.
Cándido Granada Álvarez.
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