Eva, la luna nueva aparece. Me va contando cosas de ti. Me dice por ejemplo que estás más lejos ahora, que ya no te importan muchas cosas entre ellas, mis cosas. Que, por mis cosas, un día te fuiste, a seguir con tus hermosas luchas, muy tú y muy temprano dejando a medio beber una taza de té y a medio fumar un cigarrillo. Cuando vi aquel cuadro: me sorprendí. No quería creer que las casualidades existen. Me dibujaste pensativo con la taza en la mano izquierda y mirando detenidamente el humo de aquel cigarro a través de un cristal, en donde estabas tú, y me sonreías.  No parecía estar triste, parecía más bien satisfecho, sin embargo, lograste captar muy bien en mí mirada ese pequeño halo de tristeza que justo ahora me acompaña. Eva, ciertamente, tú tenías la razón.
 
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Por: L.P. | Categoría General

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