Mariano Rajoy ha sido llevado a empellones a comparecer en el Parlamento. Lo más notable no es tanto lo decepcionante de su discurso administrativo sino el fraude que clamorosamente representa. Más bien ha parecido el alegato de un rábula marrullero que una explicación política de lo que, durante más de veinte años, ha significado el mundo de las finanzas que ha representado el «sistema PP». Entiendo por «sistema PP» la trama de intereses mafiosos entre un sector de grandes empresas y los más conspicuos dirigentes de ese partido, cuyos peones han sido todos sus tesoreros: Naseiro, Sanchos, Lapuerta y Bárcenas. Tanto Aznar como el Empecinado Chico podían haber dicho en su día, como aquel Prometeo encadenado: «Puse en ellos ciegas esperanzas».
El Empecinado Chico, de entrada, afirma que se centrará en el tema que ha motivado la comparecencia (esto es, el caso Bárcenas), pero ha dedicado igual tiempo a describirnos enfáticamente los primeros síntomas, en su opinión, de la recuperación de la crisis. Y tras ello, afirma, «salir al paso» de todos los infundios que sobre él mismo y su partido se han puesto en marcha. Los coreutas de esta tragedia sofoclea –esto es, sus parciales-- le han aplaudido a rabiar, como corresponde en estos casos.
Primera consideración: el Empecinado Chico ha arremetido, sin nombrarla, a los medios que han aireado –y sin los cuales nada sabríamos— todos los tejemanejes de la consociación, durante más de veinte años, entre él mismo y el Beato Bárcenas. Entre paréntesis, nuevamente Aznar se sale de rositas y, al igual que la Rebeccade sir Alfred Hitchcock, su sombra evanescente no aparece en escena. A los medios les está diciendo que están haciendo el juego que marca el otrora consentido, amparado y justificado tesorero. El Empecinado Chico, eso sí, parafraseando al rey admite: «Me equivoqué», tal vez pensando que tan dulce autocrítica puede ser el bálsamo de Fierabrás.
En todo caso, la gran artimaña del Empecinado Chicoha sido convertir su problema en una cuestión nacional, afirmando taxativamente, además, que seguir insistiendo en estas cuestiones perjudica seriamente la recuperación económica de España y su imagen en el exterior.
Consideraciones tras el discurso: de un lado, se amplía la brecha entre la ciudadanía y las instituciones; de otro lado, España hoy es más corrupta porque se ha hecho explícito el carácter mendaz del discurso del presidente del gobierno. Más todavía, su comparecencia puede servir, a partir de ahora, de «libro de estilo» institucional de corruptos, corruptores y demás protagonistas de tan variada zoología, todo un breviario del Estado de cohecho, que no de derecho. Y más en concreto, al revés del viejo dicho: «fiat injustitia et pereat mundus».