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Nota editorial. Publicamos un trabajo que ha recomendado Javier Aristu. Este artículo ha aparecido además en el blog hermano En campo abierto. En la foto, Karl Polanyi.

 

La aceptación social de la economía

Por Pierfranco Pellizzetti 

«Los mercados no tienen oídos para las informaciones que hablan un lenguaje distinto del de los precios»
Jürgen Habermas
«Algunos científicos sociales… acusan a los economistas de haber ideado, extendiéndolo a todas las demás actividades humanas, un análisis que es apropiado sólo para el mercado, como la cola puede mover al perro»
Albert Otto Hirschman
Si el péndulo temporal de los intereses oscila entre “público” y “privado” de la misma manera se podría decir que el de los caracteres sigue una trayectoria entre dos extremos, representados por “conformismo” y “anticonformismo”. Cuando llegan las estaciones del no conforme, llega también el momento de los grandes disidentes. Pensadores, del pasado, muy a menudo centroeuropeos, que en los años de hierro y fuego del corto siglo se transformaron en emigrantes cosmopolitas. Como el recientemente desaparecido Albert Otto Hirschman, estudioso alemán fuera de cualquier esquema, recalado en la universidad de Princeton habiendo pasado antes por Trieste, y Karl Polanyi, el húngaro formado en la Viena de su contendiente Ludwing von Mises y del amigo de la familia Karl Popper, que, pasando por Londres, terminó enseñando en la Universidad de Columbia en Nueva York. Tipos humanos con una particular actitud ecléctica, inclinados por tanto a cruzar disciplinas distintas gracias a la apertura mental inducida —muy a su pesar— por el propio nomadismo biográfico.
El economista Polanyi es historiador, sociólogo e incluso antropólogo. Competencias que se funden de extraordinaria manera en su obra más conocida —“La gran transformación [1], publicada en el año 1944— con la que se reconstruyen los fundamentos de la civilización del siglo XIX: el orden imperante durante la paz de los cien años (1814-1914), después destruida por la sucesiva guerra de los treinta años (1914-1945) en la que se consuma la catástrofe de la hegemonía europea. Es decir, el equilibrio de poderes entre potencias continentales, el sistema internacional del oro como fundamento de la economía mundial unificada, el estado liberal. El conjunto cimentado de la ideología del «mercado autorregulado que produjo un bienestar material hasta entonces nunca soñado» (La gran transformación, cap. 1).
Un orden burgués del que —en palabras de su hija Kari Polanyi-Levitt— «un exiliado del mundo burgués» vislumbra la profunda locura. Y la locura es la reducción de toda la sociedad a la pura y simple dimensión económica. El nacimiento de un sujeto abstracto como es el homo oeconomicus, que provoca visiones devastadoras para el contexto natural y humano («el librecambio no era un método que permitiese realizar una cosa, sino que era la misma cosa a realizar», cap. 12). Aunque el mismo Padre FundadorAdam Smith fuese del parecer contrario: «el capitalismo en  sí mismo no genera los valores que hacen posible el éxito; los hereda del mundo precapitalista o no capitalista, o bien los toma prestados (por decirlo así) del lenguaje de la religión o la ética. Valores como la confianza, la fe, la creencia en la fiabilidad de los contratos» (Tony Judt, Pensar el siglo XX, pág. 311). Smith no era un fundamentalista del mercado, a diferencia de muchos de sus catastróficos epígonos…
Catástrofes que se reproducen puntualmente cada vez que el economicismo se impone como criterio imperante. Cada vez que se constata aquello que vaticinaba Pierre Bourdieu: «La ciencia que llamamos “economía” descansa en una abstracción originaria, consistente en disociar una categoría particular de prácticas —o una dimensión particular de cualquier práctica— del orden social en que está inmersa toda práctica humana» (Pierre Bourdieu, Las estructuras sociales de la economía,  Manantial, Buenos Aires 2001, pág. 16), Contra esta infección mental Polanyi funciona como un formidable antídoto. Por eso es particularmente meritoria la iniciativa editorial deSaggiatore de publicar una serie de textos, inéditos a nivel mundial, que testimonian la evolución intelectual de este gran disidente  a lo largo de una cuarentena de años (1919-1958): “Por un nuevo occidente”.
Autor de difícil encuadre, nuestro Polanyi. ¿Liberalsocialista, como otros burgueses críticos? Ciertamente, en sus años de formación estaba a la orden del día, para lasjóvenes mentes inquietas y generosas, la búsqueda de una tercera vía entre «el mercado anárquico de la economía del beneficio capitalista y el dirigismo centralista de matriz comunista».
Para un  occidental de origen burgués significaba poner en discusión las pretensiones de la economía clásica y neoclásica de representar «la verdad última» para la vida y naturaleza humanas. Esto que, con la habitual ironía de Hirschman, se podría definir una «freudiana envidia de la física» por parte de los economistas, «es decir, el impulso a describir el mundo social y económico a través de un sobrio y transparente sistema de ecuaciones. […] Dada la importancia del hierro —símbolo de la industria y de la fuerza— en el siglo XIX, para aquellos primeros economistas no era suficiente llegar a una ley: ésta debía ser una “ley férrea”. La imitación de Newton especialmente se dirige hacia su mecánica» (A. Hirschman, Tendencias autosubversivas).
Lo cual al mismo tiempo conlleva el redescubrimiento de la sociedad: y ello se vuelve particularmente actual en esta época histórica que se acerca a su fin —los cuarenta años de reaganismo-thatcherismo denominado Neoliberalismo— sobre la cual flota todavía la demencial sentencia de la denominada señora de hierro: “la sociedad no existe”. Por eso, aquellas palabras pronunciadas en el lejano 1958 se revelan incluso proféticas: «El hambre y el beneficio fueron aislados como “motivos económicos” y se inició la presunción de que el hombre actúa, en concreto, de acuerdo con aquellos mientras las altas motivaciones aparecían más etéreas y alejadas de los hechos prosaicos de la existencia cotidiana. El honor, el orgullo, el sentido cívico y el deber moral, incluso el respeto de sí y la decencia común, fueron considerados ya irrelevantes para las relaciones productivas y significativamente compendiadas en la palabra “ideal”» (K. Polanyi, Per un nuovo Occidente, pág. 60)
Bajo el impulso de poderosas fuerzas autodestructivas se está prefigurando una nueva crisis de la civilización occidental; y Polanyi nos indica la vía para evitar la catástrofe recuperando las razones cardinales de la antigua civilización, sus fundamentos morales: «los tres hechos constitutivos de la conciencia del hombre occidental: el conocimiento de la muerte, el conocimiento de la libertad, el conocimiento de la sociedad.» (K. Polanyi, La gran transformación, pág. 362).
La salvación de occidente y de todo el planeta pasa por salir de las trampas mentales en las que estamos presos. Una coacción repetitiva que parece no darse cuenta de la evidencia, sin embargo clarísima a los ojos de Karl Polanyi: «Todo el mecanismo está destinado a bloquearse, poniendo a la humanidad frente al inmediato peligro del desempleo de masas, de la interrupción de la producción, de la pérdida de rentas y, en consecuencia, de la anarquía social y el caos» (Per un nuovo Occidente, cit., pag. 274).
Pierfranco Pellizzetti es ensayista italiano.
Publicado en Micromega. Traducción de Javier Aristu.

[1] Existe una traducción reciente en español: Karl Polanyi, La gran transformacion: los origenes politicos y economicos de nu estro tiempo. Prólogo de Joseph E. Stiglitz, Introducción de Fred Block, editorial Fondo de Cultura Económica, Madrid 2004



Font: upec
18/08/2013
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