Recibo de mi amiga Eva Nasarre unos tuits que me preocupan. Habla de haber llegado al límite, de que le es muy difícil aguantar el acoso al que se le somete. Se le quiere hacer daño en lo más íntimo y privado no por haber sido en otro tiempo personaje mediático, sino por defender la aplicación de la Ley de la Dependencia y denunciar sus graves incumplimientos y el gran desamparo en el que quedan las personas más débiles. Por defender políticas públicas al servicio de las personas dependientes los buitres entran sin piedad, con las basura con la que suelen envolver sus mentiras, en su privacidad. Los carroñeros que atentan contra lo público para ensobrárselo y formar su botín tampoco respetan la esfera de la intimidad. Ponen su imaginación en modo desvarío para atropellar las voces honestas que proclaman su enorme hipocresía. No veo mejor manera de expresar mi solidaridad con Eva -y con todas las amigas y amigos que luchan por una Ley de la Dependencia digna- que darle de nuevo la palabra (y la tendrá siempre y cuantas veces quiera) compartiendo su DESPRECIO:
Esta última semana, dedicada al descanso, me ha hecho percibir varias declaraciones (a cual más desafortunada) de varias personas, llenas de desprecio hacia nuestras condiciones de vida. Es bueno reconocer que nos desprecian y mucho mejor no hacer ni caso. Porque quien lo hace es muy pobre de espíritu y dice poco o nada sobre su humanidad. Podrá tener poder, dinero. Pero en el fondo solo tiene pobreza.
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Y finalmente, vuelvo a recordarles el discurso de Eva Nasarre frente a la silla vacía del representante del gobierno de la piadosa Cospedal en Castilla la Mancha, con mujeres y hombres de organizaciones sociales que a título personal o de partidos se reunieron en Toledo a principios de marzo para hablar de la penosa situación de las personas dependientes. Estoy segura de que todas las personas sensatas y bien nacidas nos sumamos a sus argumentos y nos resistimos a retroceder a los tiempos de la beneficencia y del sálvese quien pueda.
Defender los derechos de las personas dependientes es igual a reivindicar el derecho de toda la sociedad a comportarnos como seres sociales solidarios y civilizados, frente la ley de la selva que supuestas dirigentes con peineta, aparentemente muy cristianas, nos quieren imponer como durísima norma inhumana de no-convivencia. Sus palabras son, cada día que pasa, más actuales y certeras:
