Junquerasamenaza al Estado con parar la economía catalana una semana. Y, se supone, que tras ello se quedó tan pancho. Al día siguiente, agobiado por el aluvión de críticas que le vinieron (incluso desde sus aproximados socios de gobierno en Cataluña) utiliza la sintaxis de la politiquería instalada: «no, yo no me refería a una huelga general». Pero nos quedamos sin saber exactamente qué quería decir el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya. Sin embargo, no seremos nosotros quien le lleve la contraria al primer dirigente de ERC cuando afirma que «no se trata de una huelga general». Pero entonces queda algo en el aire, si no se refería a ese tipo de acción, ¿por qué, en su primera intervención, se pregunta acerca de las repercusiones en el PIB de España de esa paralización? Más todavía, ¿no afectaría “lo que fuera” al PIB de Cataluña? Todo un desparpajo que todavía no ha sido aclarado.
Que Junqueras se sienta auto legitimado para convocar una huelga general –si este es el caso realmente-- no es cosa de ponerlo en duda. Porque cada sujeto político, en el pleno ejercicio de su autonomía, puede convocar una acción democrática. El problema es, en todo caso, qué le lleva a pensar que los agentes que verdaderamente, y no de forma retórica, pueden no sólo convocarla sino, sobre todo, llevarla a cabo estarían por la labor.
Afortunadamente el partido capaz de dictar a los movimientos sociales qué deben hacer (para qué, por qué y cuándo) ya no está ni se le espera. Es más, las correas de transmisión son ya pura herrumbre y, según parece, son pocos quienes las añoran.
Mientras tanto, acusamos recibo de lo siguiente: el silencio de Junqueras en torno a una serie de conflictos de mucha envergadura, pongamos que hablo de Alstom y Panrico.
Radio Parapanda. Emitiendo una serie de trabajos sobre la huelga de la limpieza y jardinería de Madrid.