Con la fuerza y velocidad de un rayo inclemente y parcial crecen las causas de enfermedad física, psíquica y social en nuestra sociedad: los desahucios, los ERE, las violencias de género, las exclusiones a la atención sanitaria en base a una xenofobia clasista envuelta en girones de bandera, la falta de atención y medios de vida a las personas dependientes, unos salarios escandalosamente menguantes mientras los REpagos sanitarios crecen con los precios de los servicios básicos (agua, luz, gas) que son ya un atraco mientras los comedores sociales evitan la revuelta del hambre. Y tan malo para la salud como todo lo anterior es la indignación a duras penas contenida ante unos gobernantes que nos mienten cada día, y la rabia que nos atenaza al comrpobar que no todos somos iguales ante la Ley (eso ya lo sabíamos) sino que la Justicia anda ebria de parcialidad, y permite que corruptos y corruptores se burlen de jueces y de inspectores de Hacienda mientras está dispuesta a poner tasas, sanciones y multas a las personas más dignas (pero también más desprotegidas) de nuestra sociedad. Cuando toda esta precariedad, paro, marginación, riesgo y desigualdad nos enferman, desde los distintos gobiernos comenten el grave delito, el crimen social, de recortar las partidas para sanidad. Como ejemplo, el presupuesto del Departament de Salut de Catalunya para el año próximo será de 8.290 millones de euros, lo cual supone una disminución del 16% respecto a cuatro años atrás (último ejercicio en que el presupuesto creció) representando 1.095,35 euros per cápita, por debajo de los 1.118,7 euros por habitante invertidos en 2006.
El inefable conseller de Salut Boi Ruiz hizo uno de sus acostumbrados alardes de oratoria y cinismo al presentar hace unos días el presupuesto de su departamento en el Parlament. Aseguró que “son lo que son” porque la Generalitat de Catalunya “tiene el dinero que tiene”. Y ya está, ¿para qué mentir más? Basta con repetir el mantra de que hay que “ganar en eficiencia” (por ejemplo, en la atención a los enfermos crónicos, a los que no se les pude curar pero se les puede cuidar mucho peor, aunque con el consuelo de que ser hace con criterios de “eficiencia”) y descartó (léase mintió) que vayan a pedirse nuevos esfuerzos económicos a los profesionales, sobre los que reconoció que desde 2011 ha recaído básicamente la dureza de los recortes. Boi Ruiz negó, sin embargo, que para nada se hubiera alterado la calidad del sistema. Y claro que se ha alterado con sus recortes de pena y sus privatizaciones y sus toleradas corruptelas, les puedo dar fe de ello. Sin embargo, Ruiz sólo admitió que hay dos grandes retos pendientes de resolver (aunque pueden quedar relegados a las calendas): reducir las listas de espera para operaciones no urgentes y acelerar el acceso a pruebas diagnósticas desde la atención primaria y la derivación a especialistas. Como pueden observar, nada que “altere” la calidad de la sanidad ni mucho menos la calidad de vida de las personas que están en lista de espera. No importa que tengan que atiborrarse de calmantes, ni que sus articulaciones se deteriores, o que nasi no vean, o que apenas puedan andar… Para Boi Ruiz las listas de espera, cuando tiene que aceptarlas, son números, no personas. Y se entiende. Difícilmente puede captar el concepto “persona” quien tan lejos está de serlo.
Estos Presupuestos presentados por Boi Ruiz, en su versión oficial (que no real), aseguran en el corto plazo la “sostenibilidad” del sistema sanitario. Mientras, a su alrededor, la sociedad catalana y española ya son insostenibles. Explican perfectamente su grave enfermedad estos trabajadores que a partir de la lucha de Panrico, nos advierten cómo el sistema de la precariedad y la desigualdad no sólo “se come nuestros donuts”, sino que quiere engullir nuestra dignidad. Y demuestran, a fin de cuentas, que estamos al límite de nuestra resistencia humana cuando la defensa del empleo, de un salario o pensión dignos, y de un hogar donde vivir, o poder estudiar, crecer y envejecer en unas condiciones de vida mínimamente amables, pueden resumirse en la defensa acérrima de lo que contiene, sustenta y representa la SALUD PÚBLICA.
