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Estimo por mi parte que las críticas legítimas de Isidor Boix al texto de Riccardo Terziconllevan el peligro de hacernos desechar de plano una propuesta afilada y polémica, sí, pero también valiosa y muy digna de ser tenida en cuenta. Por eso me atrevo a romper una lanza – una más, esta es ya una vieja costumbre mía – por Riccardo.

Vamos a las precisiones sobre lo social y lo político. Critica Terzi un cierto deslizamiento del sindicato hacia lo político, una “imitación de las formas de la política”. A ese “verticismo”, a esa tendencia cautelosa a la autoconservación de las estructuras y las jerarquías que resulta en esterilidad, le contrapone un “reencuentro” de la función del sindicato en el tema de la eficiencia. La eficiencia queda definida en el texto como “congruencia entre objetivos y resultados”.

La segunda parte del artículo de Terzi, que debe ser leída de corrido, sin pausa, a continuación de la primera parte, analiza la eficiencia que acaba de propugnar. Se refiere, por tanto, a dos cuestiones principales: la primera es delimitar los objetivos; la segunda, alcanzar resultados positivos congruentes con los objetivos propuestos.

En ese punto sale a relucir doña Correlación de Fuerzas, y Terzi saluda como una “tradición histórica” el trabajo del sindicato en afirmar en ella el interés “de parte” del conjunto de los asalariados como la expresión de un “interés general”, con el objetivo de conquistar apoyos externos a sus propuestas. Isidor ha desvinculado, a mi entender, la frase del contexto, pero su propia argumentación refuerza la idea de Riccardo. A saber, será necesaria una o más síntesis sucesivas para llevar adelante el interés representado por los sindicatos en una sociedad plural y compleja que debe ser ganada para esos apoyos.
La cuestión de las síntesis es harina de otro costal. El arte de la negociación y la presión no consiste en alcanzar finalmente una síntesis, la que sea, aceptada por las partes: hay síntesis positivas desde el punto de vista sindical, y síntesis desastrosas. Señala Terzi la importancia de una “sólida base ideológica” para desde ella ganar aliados y orientarse en las sucesivas síntesis en las que el impulso reivindicativo inicial puede quedar perdido y anulado. Esa base, contra lo que piensa Isidor, no desciende al sindicato desde el mundo de la política; Riccardo la contrapone al pensamiento neoliberal que se ha infiltrado también en la política de izquierdas, y señala como eje de una concepción del mundo, de su interpretación y representación, «la centralidad del trabajo, la conexión entre trabajo y derechos, entre socialidad y persona.» Estamos, advierto, en territorio Trentin.
A partir de esas premisas, viene lo más difícil: la capacidad para generar apoyos y movilización, porque «una estrategia de transformación solamente tiene valor cuando en torno a ella se organiza un movimiento real.» Y señala Terzi la necesidad de un impulso participativo muy fuerte, para que el medio (la burocracia) no se coma a fin de cuentas el objetivo común. Impulso, transparencia, revitalización del proceso democrático son tanto más necesarios hoy, remarca, porque ya no funcionan los mecanismos de identificación ideológica ni la confianza implícita en la organización. La representatividad del sindicato debe ganarse de nuevo cada día desde el comienzo, porque es un hecho que «nuestro sistema pierde fuerza y vitalidad si se quiere sustituir el pluralismo social por el dominio exclusivo de un poder tecnocrático.»
En conclusión, y no hay otra: la eficiencia del sindicato, su capacidad para obtener logros para el común de los trabajadores, será el barómetro más preciso de su vitalidad.Un abrazo desde Grecia, Paco

Font: upec
22/12/2013
upec
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