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Nota del blog. Esta tercera entrega es la continuación de (2) El golpe de Estado de los bancos y los gobiernos. La publicación original está en la revista http://www.sbilanciamoci.info/.  Traducción de JLLB.


La lista de los costes sociales de la crisis contiene otros elementos. Las tasas de pobreza han aumentado. A finales de la década pasada los pobres eran 50 millones en los Estados Unidos (una sexta parte de la población) y 6 – 7 millones en España y 5 en Italia y Gran Bretaña (5).  En 2011 había en la Unión europea (de 27 países) 120 millones personas, una cuarta parte de la población, en riesgo de pobreza o de exclusión social.  Eurostat contempla en esa categoría a los que tienen al menos una de estas condiciones: 1) la renta disponible después de las transferencia sociales les sitúa por debajo del umbral de pobreza de sus países; 2) están afectados por una severa privación material; 3) las personas entre cero y 58 años que forman parte de una familia con bajísima intensidad de trabajo, es decir, los adultos que han trabajo el año anterior erogando menos del 20 por ciento de su potencial de trabajo efectivo total. Se trata de 12 millones de familias con uno o más miembros que podían trabajar, como media,  40 horas a la semana por cabeza pero que sólo lo han hecho 8 horas.

Hay que recalcar que, mientras fueron relevantes las diferencias entre países en cuanto al riesgo de pobreza y tasda de privación material, la cuota de personas de una familia con bajísima intensidad de trabajo varía con la excepción de Chipre y Luxemburgo entre el 7 por ciento (República checa) y el 14 por ciento (Bélgica). Ya que los que trabajan más allá de los sesenta años son relativamente pocos, se puede estimar que el número de personas afectadas por una bajísima intensidad de trabajo se acerca en la UE a una franja entre 40 y 45 millones (6).

Al aumento de la tasa de pobreza contribuye, sin embargo, el número de trabajadores pobres: son los que tienen un trabajo más o menos regular, aunque pagado tan escasamente que les lleva, a ellos y sus familias, al umbral de la pobreza (7).   Si se amplía el cuadro más allá de las condiciones de trabajo se descubre que han desaparecido zonas enteras a causa del cierre de las fábricas de las que vivían, del desempleo y de la precariedad en que viven –a la que ha seguido la caída del consumo--, de la desaparición de artesanos y comerciantes.  En los Estados Unidos, España, Reino Unido e Irlanda, al menos seis millones de familias han perdido su vivienda porque no podían pagar las hipotecas a los bancos. Millones de familias, además, perdieron sus ahorros y el valor de los fondos de pensiones o los seguros sanitarios debido a la caida de los títulos que habían adquirido o por el hundimiento de las empresas cuyos fondos o seguros se habían ido al garete.  En total, entre los países desarrollados y los emergentes, se estima que el valor de los inmuebles y de títulos que se han evaporado sólo en los dos o tres primeros años de la crisis se acerca a los 50 -  60 millones trillones de dólares, que es una cifra próxima al producto interior bruto mundial. Una parte de estas pérdidas ha efectado a los grandes patrimonios que, no obstante, desde el 2009 las han recuperado. Por el contrario, las ferentes a los ahorros de millones de familias  se han agravado. 

Soprende la cantidad y tipologías de las víctimas de la crisis si las comparamos con los actores que, junto a sus colaboradores, la han provocado y legitimado. Lo primero es que las víctimas de hoy son, en gran parte, hijos y nietos de la clase obrera y de las capas medias que fueron golpeados, sobre todo en los Estados Unidos, por el estancamiento de los salarios a finales de los años setenta. De esta situación intentaron escaparse con la ayuda de sus gobiernos y de las instituciones económicas creciendo desmesuradamente sus deudas, siendo esto uno de los mayores factores directos de la crisis. En otras palabras, no sólo la crisis llama dos veces cuando llega, al volver está muy atenta en llamar a la misma puerta de antes.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta el escaso número de actores y sus colaboradores con relación a la enormidad de sus víctimas. Los actores que se puede considerar como verdaderos protagonistas de la crisis en los diversos países desarrollados son unas pocas decenas de miles; con sus ayudantes, los actores de segundo nivel, aunque indispensables para el desarrollo del drama, tal vez se llegue a algunos centenares de miles. Por el contrario, como ya se ha dicho, las víctimas son unos centenares de millones. Se podría decir, parafraseando (y destrozando) la famosa cita de Churchill que nunca tan pocos han infligido tanto daño a un número tan grande de personas. 

Verdaderamente podría incrementarse la estimación del número de responsables de la crisis, haciendo notar que los dirigentes económicos responsables de la crisis actuaban, en realidad, no sólo por cuenta propia sino por la de millones de propietarios de grandes patrimonios, toda una clase social que les ha encargado el objetivo de multiplicar sus capitales.  Por otra parte, parece oportuno establecer una diferencia entre quien ha manipulado directamente los mecanismos de la máquina que ha llevado a la crisis, y quienes,  sobre dicha máquina, se han limitado a engordar sus capitales. Son dos niveles de responsabilidad, relacionados pero no asimilables si se quiere analizar los orígnes próximos de la crisis.    

Por todo lo dicho, quiero abordar, sobre todo,  el examen de las acciones del primer grupo: los actores de las finanzas, aunque sin ignorar la importancia del segundo grupo, esto es, la clase social más privilegiada del planeta, que engloba a cerca de 29 millones de adultos (el 0,6 por ciento de la población del mundo, que cuenta con el 39 por ciento de la riqueza global, casi 88 trillones de dólares). La única que ha obtenido ventajas substanciosas.

Un tercer aspecto hiriente es el hecho de que, a seis meses del estallido de la crisis (agosto de 2007) fueron muy pocos los responsables económicos y políticos llamados a responder por los daños que provocaron. Es cierto que, tras el hundimiento de los grandes grupos industriales del periodo 2000 – 2003 (de la Enrona la WolrdComy Parmalat), esto es, el periodo que podemos considerar como el prólogo de la crisis actual, un cierto número de ejecutivos fue declarado culpable y condenado a severas penas.   Por el contrario, desde 2007 hasta la presente, no ha habido ningún procedimiento de instrucción ni acusación semejante a los anteriores en los Estados Unidos o en Europa. Sólo hubo una excepción: en 2011 los titulares de un fondo especulativo, Bernie Madoff, tuviéron que vérselas con un tribunal federal norteamericano que les condenó a 150 años de cárcel.

Pronto se demostró que, en este caso como en los anteriores, se trataba de auténticos estafadores esos dirigentes financieros que falsificaron los balances y engañaron de manera macroscópica a los inversores. Ahora bien, no es a éstos a quienes quiero referirme, sino a las decenas de miles de dirigentes y operadores que han llevado la economía al desastre total que conocemos, explotando las leyes que a tal efecto había hecho los políticos. El presidente Obama fue claro; dijo en una conversación informal: «La conducta de los grandes grupos financieros es reprobable desde el punto de vista de la ética, pero desde la legalidad no se les puede reprochar nada».

(Mañana continúa)


(5) Economic Policy Institute, «Issue Brief», 24 Julio 2012, n. 339, p. 3.
(6) Eurostat, En 2011, 24 per cent of the population were at risk of poverty or social exclusion, En «newsrelease», n. 171, 3 diciembre 2012, passim.
(7) Se considera umbral de la pobreza relativa una renta persnal neta igual o inferior al 60 por ciento de la renta media per capita.




Font: upec
31/12/2013
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