Nota del blog. Vamos a publicar en diversas entregas el prólogo del libro “Il colpo di Stato de banche e governi”, (Einaudi, 2013) obra del mismo autor, Luciano Gallino. Es recomendable que el lector lo copie y disponga integramente del material. Puede serle útil para intervenciones de todo tipo.
Por Luciano Gallino
La crisis que explotó durante el periodo del 2007 y 2008 ha sido presentada como un fenómeno natural, imprevisto y, por tanto, imprevisible: un tsunami, un terremoto, una espantosa erupción volcánica. O como un incidente técnico, relacionado fortuitamente con un sistema, el financiero, que funcionaba perfectamente. En realidad, la crisis que estamos atravesando no tiene nada de natural o accidental. Ha sido el resultado de una respuesta equivocada, de orden financiero, aunque basada en una amplia plataforma legislativa, que la política ha dado a la ralentización de la economía real en curso por razones estructurales de largo periodo.
En las raíces de la crisis está el estancamiento de la acumulación de capitales en América y Europa: una situación que ya era evidente en los años setenta del siglo pasado. Con el fin de superar el estancamiento, los gobiernos de ambas orillas del Atlántico favorecieron el desarrollo sin límites de las actividades financieras, que podría resumirse así: produciendo dinero ficticio. Este singular proceso productivo tiene su base en la cración de dinero a través del crédito o bien mediante una gigantesca difusión de títulos, totalmente separados de la economía real como, por ejemplo, los «derivados» (de una manera radicalmente distinta de lo que ocurría en sus lejanos orígenes) donde no existe ninguna compraventa de bienes y servicios: de hecho son el equivalente de los cupones de una rifa. Sin embargo, aunque es posible venderlos y transformarlos en moneda, representan una nueva forma de dinero que, junto a su creación ilimitada a través del crédito, ha invadido el mundo, y ha hecho imposible establecer cuánto dinero hay en circulación, eliminando la pequeña parte (pocos puntos porcentuales) de monedas y billetes emitidos y de dinero electrónico que han puesto en funcionamiento los bancos centrales. El problema es que el dinero que se ha creado desde la nada puede ser convertido en bienes y servicios reales, pero de la misma manera, tan veloz, puede desaparecer en cualquier momento como ocurrió con extraordinaria amplitud entre febrero y octubre de 2008.
Hecha la excepción del dinero en efectivo y del que han creado los bancos centrales para sus objetivos institucionales, casi todo el dinero en circulación ha sido creado por los bancos privados mediante la concesión de créditos o la confección de títulos. En la Unión Europea , los bancos privados han llegado a conceder trillones de euros, bien de créditos o préstamos, mientras tenían en sus cajeros reales o electrónicos no más del 4 – 5 por ciento del capital propio o en reserva en tanto que el BCE no cuenta más que con el 1 – 2 por ciento de los préstamos concedidos.
Aquí estamos ante dos distorsiones inherentes al sistema financiero que se sitúan más allá de la creación patológica de unos ríos de dinero, creado desde la nada, que han sido los causantes de la crisis. Más adelante recuperaremos esta cuestión. Por ahora, basta con decir, en primer lugar, que el poder de crear dinero es uno de los poderes fundamentales del Estado. Habiendo dejado las nueve décimas partes en manos de los bancos privados, durante mucho tiempo, ha favorecido por todos los medios su expasión; este es un vicio que está socavando la economía mundial.
En segundo lugar, los bancos crean dinero desde la nada con unos pocos clicks en el ordenador, pero exigen substanciosas ganancias a quienes reciben ese dinero en préstamo (familias, empresas, el Estado). Y en el caso de que no se paguen los intereses o cuotas del capital tienen derecho a secuestrar toda clase de bienes muebles e inmuebles; por esa vía convierten la nada en casas o terrenos o establecimientos industriales que se convierten en propiedad de los bancos. Es una (i)lógica que desafía la imaginación más calenturienta (1). De esa manera, la política ha atribuido a las finanzas, no de hoy sino desde hace generaciones-- un poder desmesurado.
En los años cincuenta del siglo pasado se hablaba de «complejo militar-industrial» refiriéndose a las estrechas relaciones económicas, políticas, ideológicas que se establecieron en las sociedades industriales avanzadas entre las fuerzas armadas y las mayores empresas industriales. El presidente Eisenhower, en su discurso de despedida (Enero de 1961) solicitó a los Estados Unidos y al mundo que tuviesen cuidado del «desastroso aumento del poder» que tal complejo dejaba entrever (2). Posteriormente, en los años ochenta, se debería hablar de «complejo político-financiero» dados los cada vez más estrechos vínculos que se han desarrollado entre política y finanzas, tanto en la Unión Europea como en los Estados Unidos.
Una vez que se ha establecido que la crisis en curso es un fenómeno estructural --no un incidente en el camino y que tiene en sus espaldas profundas distorsiones en todo el sistema financiero y monetario, conectado en varios aspectos con el estancamiento de la economía real— debemos precisar que las «estructuras» no operan en solitario. Tienen necesidad de personas que interpreten las lógicas, modificándolas para adaptarlas a los tiempos y las apliquen. Si bien hay notables diferencias entre política y economía en cuanto a la posibilidad de imputar determinadas acciones a grupos o individuos, la crisis ha sido, y es, el resultado de acciones que han llevado a cabo un restringido número de hombres y mujeres, que durante largo tiempo, a través de organizaciones dirigían u operaban en ellas, persiguieron conscientemente ciertas finalidades económicas y políticas.
Llevaron a cabo aquellas acciones, en parte porque la ideología que les guiaba no les permitía ver las alternativas; en parte para satisfacer sus propios intereses o el de terceros. Eran unas acciones llevadas a cabo con la posibilidad de hacerse con enormes recursos, tanto en el campo económico como en el político, sin tener la más mínima idea de las consecuencias que dichas acción podían dañar a un número indeterminado de personas. El sistema que estos sujetos han construido sufría desde sus inicios graves defectos en el proyecto y ya había manifestado en las anteriores décadas repetidas señales de mal funcionamiento. Con anterioridad a sus causas y consecuencias, la crisis que explotó en 2007 puede definirse como el fenómeno más grande de irresponsabilidad social de las instituciones políticas y económicas (3).
En el sistema económico los principales actores de tal fenómeno han sido los dirigentes de varias megaentidades financieras. El elenco de estas es muy amplio. Empieza en los bancos centrales como, por ejemplo, el BCE, la Fed americana, el Banco de Inglaterra y organizaciones intergubernamentales como el FMI. A continuación viene una lista loca de otras entidades, empezando por los conglomerados que se han formado en «sociedades que contran bancos» ((bank holding companies), unas instituciones que, en el campo de las finanzas, desarrollan actividades de todo género, incluidas las bancarias. Siguen los «bancos universales», ya sean privados (BNP-Paribas) o públicos como los Landesbanken (bancos regionales) alemanes; unos y otros, empeñados durante decenios en obtener mayores ingresos en sus inversiones o especulaciones por cuanta propia y no por los ahorros que gestionan; los inversosres institucionales, como los fondos de pensiones públicos y privados, fondos de inversiones y compañías de seguros (4).
Más todavía, entre los actores económicos –conscientes de ello o no-- han contribuido a desencadenar la crisis continuando con la interminable búsqueda de soluciones, parciales o temporales, están las sociedades inmobiliarias que se orientan a los mercados financieros; los fondos especulativos (hedge funds); los fondos soberanos, llamados así porque su capital se ha formado especialmente por títulos del Estado; las sociedades especializadas en la cración y negociación en el mercado de títulos comerciales, que están en la base de los créditos hipotecarios; las cajas de ahorro y las de depósitos y préstamos, presentes en los grandes países; las empresas públicas o esponsorizadas por el Estado con el objetivo de asegurar y reasegurar las hiportecas de las viviendas como, por ejemplo, las americanas Fanni Mae (Federai Nacional Mortgage Association), Ginnie Mae (Goverment Nacional Mortgage Association) y Freddie Mac (Federal Home Loan Mortgage Corporation). Y, por último, numerosas fundaciones que tienen como capital una enorme cuota de acciones bancarias, cuotas respresentativas de fondos de inversiones… todo un género que comprende incluso las funciones que rigen algunas de las mayores universidades privadas del mundo, tales como Harvard o Stanford.
(Mañana continuará)
Notas
(1) (Unlogik) cfr. H.R. Haeseler e F. Hörmnan, Banken (überwachung) am Pranger. Inkompetenz, Betrug oder Systemische Krise?,en «Jahrbuch für Controlling und Rechnungswesen», 2010, n. 29, pp. 6
(2) Cfr. L. Gallino, Complesso militare-industriale, in Dizionario di Sociologia, Utet Libreria, Torino 20043.
(3) L'impresa irresponsabile, Einaudi, Torino 2005.
(4) L. Gallino, Con i soldi degli altri. Il capitalismo per procura contro l’economia, Einaudi, Torino 2009.