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Nota editorial.--  En el debate que nos traemos entre manos, «Sindicato y política», han intervenido hasta ahora: SINDICATO Y POLÍTICA (Primera parte), SINDICATO Y POLÍTICA (Segunda parte), SINDICATO Y POLÍTICA: Isidor Boix responde a Riccardo Terzi y  DEBATE «SINDICATO Y POLÍTICA» (Habla Paco Rodríguez de Lecea con respuesta de Isidor Boix) En esta ocasión, le damos la palabra a Luciano Gallino, reputado sociólogo, autor de obras de tanta importancia como “El trabajo no es una mercancía” y “La lucha de clases tras la lucha de clases”; estos libros no son aptos para personas que sean propensas a infartos o soponcios varios.  

Roberto Ciccarelli y Luciano Gallino, il manifesto, 12 dicembre 2013

Reflexionamos con el sociólogo turinés Luciano Gallino sobre lo que ha planteado la secretaria general de la Cgil, Susana Camusso: «en el actual cuadro económico y social ya no es suficiente evocar la huelga general como única modalidad del conflicto sobre el tema del trabajo». Sobre esto, ayer se insistió en Roma durante la presentación del libro  «Orga­niz­zia­moci» (Edi­tori Riu­niti) que relata algunas formas alternativas de protesta: el «com­mu­nity organi­zing» planteado por el gran teórico americano Saul Alinsky, que practican hoy algunos sindicalistas como Valery Alzaga en su forma de «labour organizing».

«Es una afirmación que busca una respuesta a una transformación de época –responde Gallino. La producción se ha fragmentado en las cadenas globales del valor y ello ha debilitado el poder de los sindicatos y de los trabajadores.  Una cosa es cuando una huelga interrumpe la producción en una factoría; otra cosa es cuando esa misma producción está dividida en diez factorías de quince países. En estas cadenas el peso de cada anillo productivo o de empresa disminuye mucho y se puede substituir fácilmente. Si una empresa en Tailandia se paraliza, se traslada a la India».


¿Han comprendido los sindicatos de qué manera se puede contrarrestar esta estrategia?

No me parece que se haya hecho lo suficiente. La huelga nació históricamente para intentar dañar a la empresa; se supone que la interrupción de la producción durante un día o más provocará un daño al capital.  Es paradójico constatar, en esta gravísima crisis en Europa y en todo el mundo, que esta forma de protesta le conviene a las empresas que sufren un exceso de capacidad productiva. Esta concomitancia ha reducido el poder el trabajo.  A ello se le añade la acción política contra los sindicatos que, todavía intervienen en nuestro país de una u otra forma, mientras que en otros países han bajado las afiliaciones. Lo que no quita que los sindicatos tengan responsabilidades no menores en su dificultad a llamar a los trabajadores a inscribirse en sus filas.

Sin embargo, la huelga no ha dejado de tener actualidad como forma de lucha. Basta pensar en los auto-organizados de los tranviarios de Génova o Florencia contra la privatización del transporte público.
¿Qué impacto han tenido, si es que lo han tenido, en la CGIL
Estas huelgas han tenido un objetivo específico e importante: intentar interrumpir la loca carrera de la privatización y modificar sus políticas de gestión. Pero, sobre todo, como ha ocurrido también en Turín, por un incremento de los salarios.  En este sentido, Génova ha reclamado una notable atención, aunque no me parece que haya influido en el gobierno, cuyo objetivo era la privatización. Oponerse hoy a las privatizaciones significa luchar contra una forma de lucha política que la clase dirigente de nuestro país lleva a cabo contra los bienes públicos, los bienes comunes, y la posibilidad de participar, en cierta medida,  en las decisiones públicas. En estas luchas no me parece que la CGILse haya batido con ni haya puesto con fuerza las cosas sobre el tapete.
¿De qué manera ha cambiado el papel de CGIL desde la manifestación en el Circo Massimo, allá por el año 2002, con la participación de tres millones de personas?
Ha cambiado mucho. Hay que decir que en 2002 estaba pasando la explosión de la burbuja de las punto.com, las empresas de Internet con miles de millones en bolsa. El actual proceso está ya avanzado. Sin embargo, entonces estaba todavía la demanda agregada y ello permitía una libertad de maniobra que hoy ya no existe. También por ello, la huelga es un arma chata.

Mientras tanto, parece que se ha saldado definitivamente el clásico ligamen entre partido y sindicato, entre la Cgil y el Partito democratico, que parecía estar asegurado aún por Epifani y ahora excluido por Renzi. Era una relación que, en tiempos de Cofferati, había conocido tensiones, en particular con la «izquierda» del Pd… Ya en tiempos de Cofferati había problemas; ahora la relación es imperceptible, y por lo que sabemos las propuestas económicas y del trabajo de Renzi van en dirección de un posterior alejamiento.

Me parece que la poca izquierda que había en el Pd se ha reducido con los últimos cambios (1). El sindicato –hablo especialmente de la CGIL— tiene necesidad de un partido en el que apoyarse.  Si no cuenta con un referente cultural o político se encuentra en solitario. Con la secretaría de Renzi aquel poco apoyo que, a pesar de todo significaba el Pd, bajará posteriormente. Me gustaría que los hechos me desmintieran.
¿Qué piensa de unas formas de lucha contra las grandes obras o por los bienes públicos?
Sirven, claro que sí. Cada vez más tenemos necesidad de pensar en millares de pequeños detalles para una determinada calidad a las cosas que se han degenerado en los últimos años. Sin embargo, su impacto sobre la dimensión estructural del capitalismo no es muy grande o al menos no es muy transparente. Estas luchas tienen una utilidad para ciertos objetivos específicos como se ha visto en el referéndum sobre el agua. Incluso si después los bienes comunes han sido objeto de burla. Ello se ha visto en la huelga de los transportes de Génova, donde el discurso sobre los bienes comunes  ha tenido su impacto.
Debemos preguntarnos por qué los políticos insisten tanto en dar más espacio a la Vulgataneoliberal. Hay excepciones, pero la mayoría está dominada por la ideología neoliberal que es mayoritaria en el gobierno y en los partidos políticos, sin (o casi) exclusiones.
Así pues, ¿junto a la búsqueda de formas de protesta alternativas es necesario partir de una batalla cultural frente a la ideología dominante?
Así es. Hoy estamos ante una encrucijada: por un lado, está la democracia; por otro lado, el capitalismo. ¿Es posible lo uno sin lo otro? ¿Es posible algún tipo de conciliación aceptable entre las dos como en los treinta años después de la Segunda guerra mundial? Lo será sólo si millones de personas intervienen junto a los partidos políticos. Probablemente hoy es posible una cierta solución. En caso contrario iremos hacia un capitalismo sin democracia o con formas pobres de democracia.
(12 diciembre 2013)

(1) Antonio Baylos en ITALIA ¿FINAL DEL PARTIDO?

Traducción de JLLB

Font: upec
23/12/2013
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