He aquí las razones del voto del 9 de febrero en Suiza “contra la inmigración de masas”.
El resultado de la votación del 9 de febrero en Suiza, con la estrecha victoria (50,3 por ciento contra el 49,7 por ciento) de los favorables a la iniciativa popular denominada «Contra la inmigración de masas» sólo puede sorprender a quienes, desde hace por lo menos una década, siguen distraída y superficialmente la evolución de las dinámicas políticas, económicas y sociales en la Confederación Helvética. Todos estaban en contra de la iniciativa lanzada por el partido xenófobo y reaccionario, la Unión Democrática de Centro: el gobierno suizo, las organizaciones empresariales de todos los sectores de la economía, los sindicatos y el resto de los partidos, salvo la xenófoba y populista Lega dei Ticinesi. No obstante, los síes a la iniciativa han conseguido tanto la mayoría de los votantes como la de los cantones, la llamada «doble mayoría», sin la cual el objeto de la votación no habría pasado porque comporta una modificación de la Constitución.
Antes de entrar en el fondo de la cuestión es necesario decir que el pueblo suizo no es xenófobo y racista o, al menos, lo es tanto como el pueblo italiano, griego francés…
Suiza ha conocido en pocos años un aumento exponencial del número de inmigrantes que han ejercido una fortísima presión sobre el mercado de trabajo y ha determinado un incremento de la tasa de desempleo que hoy está en el 3,5 por ciento, sin calcular las personas beneficiarias de las ayudas sociales. Para otros países se trata de una cifra muy baja; para Suiza, habituada al pleno empleo, es un dato que suscita una cierta preocupación.
Los recién llegados no son solamente ciudadanos escasamente cualificados provinentes de los países pobres, como lo eran los italianos de la primera generación de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La iniciativa lanzada en 1970 por James Schwanzenbach no pasó porque la concurrencia en el mercado de trabajo por parte de la mano de obra extranjera no estaba tan extendida como lo es hoy. En aquella ocasión el cantón que votó más masivamente contra la iniciativa fue el de Tesino, con el 63,7 por ciento de noessiendo la media suiza el 54 por ciento. Sin embargo, con el paso del tiempo y particularmente durante la última década, el respaldo de la población suiza (y no sólo la tisinesa) hacia las políticas de inmigración han ido menguando hasta convertirse (el caso del cantón de Tesino es el más clamoroso) en una verdadera hostilidad, con manifestaciones de orientación abiertamente xenófoba y el nacimiento o el impetuoso ascenso de movimientos y partidos de estas ideas: la UDC a nivel nacional, la Lega dei Ticinesi y el Movimiento de los ciudadanos ginebrinos.
Los partidos que se opusieron a la iniciativa han conducido su campaña evidenciando numerosas y clamorosas contradicciones. En una carta al electorado, redactada por los presidentes de todos los partidos (desde los burgueses a los socialistas) se escribe que «esta iniciativa representa el momento equivocado para dar una señal a Europa. El elevado nivel de vida en Suiza no es algo dada por descontado y, por tanto, debemos tomar muy en serio los acuerdos bilaterales». Como se ve, no es el contenido político de la iniciativa lo que es absurdo y equivocado sino el “momento” en que se somete a discusión y votación.
Nos preguntamos cómo se le habría podido dar la vuelta al resultado con argumentos de este género, por ejemplo, contra un partido que no tuvo el 0,63 por ciento, que fue el caso de la Acción Nacional de Schwarzenbach en 1970, sino el 26,8 por ciento en las elecciones de 2011, el mayor número de representantes en el Parlamento. En diversos cantones y ayuntamientos tiene mayorías casi búlgaras y, desde hace más de veinte años dicta la agenda política a los demás partidos que se someten a ella supinamente. La gran victoria de la UDC ha sido la de normalizar consignas que, hace tiempo, formaban parte, más o menos, de los programas políticos de la extrema derecha mientras hoy figuran, en mayor o menor medida, en los programas políticos de los partidos de centro e incluso de de los sedicentes “de izquierda”. Un solo ejemplo clamoroso: el partido de los verdes del cantón de Ticino, tradicionalmente próximo al partido socialista, se orientó a favor de la iniciativa. Se dice que el pez empieza a oler mal por la cabeza. Así pues, lo podrido de esta historia está en sus orígenes, en la lógica de los acuerdos bilaterales.
El engaño de los acuerdos bilaterales
¿Qué sucedió? No habiendo formado parte del proceso de construcción de la Unión Europea , Suiza se vio obligada a estipular una serie de acuerdos bilaterales a nivel sectorial so pena del fuerte riesgo de perder un partner comercial de primera importancia: más de la mitad de las exportaciones suizas se dirige a los países de la UE ; un franco sobre tres proviene de los intercambios comerciales con la UE. Tras los acuerdos más importantes y discutidos figuran el de la libre circulación de las personas de 1999 y el de Schengen / Dublín de 2004.
El acuerdo de libre circulación de las personas permite a los ciudadanos suizos y de la UE el derecho de escoger el país donde quieren trabajar o vivir sin excesivas limitaciones. Es fácil, pues, imaginar que desde entonces se ha puesto en movimiento un éxodo masivo hacia la rica y ´bienestante´ Suiza, acompañado por un crecimiento nunca visto antes del fenómeno del trabajo fronterizo. En pocos años los trabajadores fronterizos en el Ticino han pasado de 29.000 a cerca de 60.000; en la Suiza francesa se registran unos 143.000 fronterizos, de los que 56.000 son alemanes y más de 8.000 austriacos. El porcentaje de extranjeros sobre la población suiza ha pasado del 16,7 por ciento en 1990 al 23 por ciento de 2012, que son unas 1.800.000 personas.
Si hasta hace unos años los extranjeros desarrollaban trabajos que los suizos rechazaban (particularmente en el sector de la Construcción , la industria y los restaurantes), hoy los encontramos, incluso en aquellos lugares donde la concurrencia golpea mayormente la fuerza de trabajo indígena, por ejemplo, en el sector bancario, de los seguros, la sanidad, la informática, la enseñanza. En suma, en todo el terciario. En Zurich, la ciudad más grande de Suiza, desde hace años la comunidad extranjera más numerosa está formada por alemanes (ya no son los italianos) que desarrollan trabajos altamente cualificados empujando los salarios a la baja.
Los acuerdos bilaterales sobre la libre circulación de las personas prevén la introducción de medidas de acompañamiento orientadas a evitar las previsibles manifestaciones de concurrencia salarial y sobre condiciones de vida que la liberalización del mercado de trabajo (de esta forma sería denominada la «libre circulación de las personas») habría llevado consigo.
Tales medidas prevén una extensión de los controles de los convenios colectivos de trabajo, la introducción de contratos normales de trabajo con salarios mínimos y horarios de trabajado definidos en aquellos sectores (y ya son muchos) donde no existen convenios y se dan claras violaciones de las condiciones de trabajo, una potenciación de los inspectores cantorales de trabajo. Pues bien, todas esta medidas han sido desatendidas totalmente no sólo porque Suiza, como en todos los países europeos, los convenios colectivos están perdiendo su incisividad (los salarios y el horario de trabajo son ignorados sistemáticamente por la patronal en la negociación colectiva) y las trabajadoras y los trabajadores tutelados por los convenios o por contratos normales no llegan a la piedad de toda la fuerza de trabajo suiza, sino que también a la patronal le va la mar de bien esta situación porque divide a los trabajadores (suizos, residentes, fronterizos, …) y los empresarios podrían incrementar desmesuradamente sus beneficios y relegar al olvido la lucha de clases.
¿Qué habría que hacer, entonces? Para evitar los fenómenos de dumping salarial y social es necesario que, por un lado, los trabajadores (suizos y extranjeros) empiecen a luchar para obligar a las organizaciones patronales a estipular convenios colectivos, dignos de ese nombre; y, por otro lado, que las autoridades federales y cantorales pongan controles más capilares y severos sobre las modalidades sobre las modalidades de asumir este infinito ejército industrial de reserva. El resto es humo y sólo humo.
Traducción de JLLB
Publicado originalmente en http://www.sbilanciamoci.info/Sezioni/alter/Un-risultato-poco-sorprendente-22448