Nota editorial. Publicamos la primera parte del segundo capítulo del libro La sinistra de Bruno Trentin. Recordamos que las anteriores entregas se publican correlativamente en http://theparapanda.blogspot.comNuevamente agradecemos a Ediesse la autorización para su traducción y publicación al castellano. JLLB
Segundo capítulo
La utopía de la transformación de la vida cotidiana
Iginio Ariemma
La juventud que queda
Bruno Trentin era recalcitrante en no hablar de sí mismo. Alguna cosa ha dicho en los últimos años, especialmente cuando se lo pedían los jóvenes. A Bruno le gustaba mucho un libro que yo promocioné y preparé en parte que titulé La gioventù che resta. Cuenta la historia de un joven comandante [de los partisanos de la Resistencia ] de Giustizia e Libertà, Michele Ficco, que estuvo escondido en mi casa en Lingotto de Turín (1). Ficco liberó el palacio donde tenía su sede el partido fascista turinés, que después se convirtió en la Universidad y que ahora se llama Campana como la brigada partisana. A Bruno le gustaba esta historia no sólo porque le recordaba su juventud partisana sino porque había comprendido el mensaje, ya presente en el título, para los jóvenes de hoy. Obviamente no se puede excluir que los grandes valores de la libertad, la democracia y la justicia se aprenden en el curso de la vida, pero es seguro que si se introducen de jóvenes a través de una experiencia concreta y de vida ya no se pierden.
De hecho, Bruno, continuó indignándose ante el abuso de poder y la injusticia, ante las cosas que no iban en el país y en el interior de la izquierda. Además nunca dejó de «investigar», de buscar y buscar para descubrir la vía para que la libertad de cada cual y de todos pudiese desplegarse plenamente.
El coraje de la utopía cotidiana
Conocí a Bruno hace muchos años. Si recuerdo bien fue en el 68, en el segundo bienio rojo como él lo llamaba. Después continuamos viéndonos en nuestro común peregrinar entre Turín, Venecia, Roma y durante varias tareas de trabajo que llevábamos entre manos, siendo los suyos más importantes que los míos. Así se construyó una sintonía más cultural que política. Fue en los últimos años cuando esta afinidad se hizo más sólida y se convirtió en una afectuosa amistad, nutrida de un trabajo común y de una cotidiana relación. Bruno era el presidente de la Comisión de Proyecto de los DS, yo era el coordinador. Entre nosotros hablábamos de muchas cosas, no sólo de política, pero sobre todo de política. Lo hacíamos con gran honestidad y claridad, superando la recíproca reserva que era una característica común. Sin el autocontrol sedimentado durante años en la larga experiencia del partido. Pude conocerlo más de cerca y más profundamente. Estoy convencido que, a medida que se estudie su obra, emergerá no sólo su riqueza cultural, el espesor intelectual, sino también la fuerza de su pensamiento que, a mi juicio, ha sido uno de los más innovadores. Cuando murió Trentin, Pietro Ingrao dijo que era un gran revolucionario.
Es verdad que eso se refleja en la radicalidad de su pensamiento, en su no ortodoxia, en la capacidad de poner en discusión las categorías más consolidadas y en particular los lugares comunes, también en la manera que ejerció su dirección en el sindicato. Pero al mismo tiempo tenía en la mente que los cambios deben darse aquí y ahora, y son reales y duraderos si proceden de abajo, de la sociedad civil. Bruno tenía muy presente una enseñanza de Vittorio Foa que es el núcleo del reformismo: «A menudo un exceso de impaciencia hacia los comportamientos graduales revela la presunción de la propia centralidad en las relaciones con el mundo. La gradualidad es una atenta consideración hacia los demás, la necesidad de su concurso en la acción y la ayuda de los otros, de la gente requiere tiempo» (2). Contrariamente era ásperamente crítico hacia toda forma de milenarismo y hacia toda perspectiva palingenésica. La «revolución» debe venir aquí y ahora y es, ante todo, un cambio de consciencia, una conquista de espacios de libertad para la persona y para todos. En Il coraggio dell´utopia dice a Bruno Ugolini: «Creo que he llegado a la convicción de que la utopía de la transformación de la vida cotidiana debería ser el modo de hacer política» (3).
La ciudad del trabajo
Trentin ha trabajo toda su vida hasta la muerte en varios temas que son verdaderos nudos teóricos. Uno de estos, quizá el más relevante, es el trabajo. En realidad tituló su libro más maduro La ciudad del trabajo. Salió en 1997, tres años después de cesar la secretaría general de la CGIL.
La ciudad del trabajo es su utopía; es como la ciudad de Dios de san Agustín y la ciudad del sol de Tomasso Campanella. Cuando el 13 de septiembre de 2002 la Universidad Ca ´ Foscari de Venecia le distinguió con el doctorado honoris causa, la lectio doctoralis de Bruno fue sobre el tema «Lavoro e conoscenza» [Véase traducción española en http://baticola.blogspot.com.es/2006/07/trentin-doctor-honoris-causa-en-la.html]. Es una lección magistral porque, más allá de un análisis puntual y profundo de los cambios del trabajo y del mercado de trabajo en las sociedades de hoy, hay una apertura valiente y realista: de la necesidad de relacionar cada vez más el trabajo al saber a través de la formación permanente al imperativo de construir un «nuevo contrato social, inclusivo con un welfareefectivamente universal» para dar respuesta a la flexibilidad y a la precariedad en términos de certeza de derecho hasta la protección del envejecimiento activo. No sé exactamente cuando maduró esta idea, pero su concepción del trabajo va a contracorriente del modo de pensar común de la izquierda. Escribe que «el trabajo es un instrumento de autorrealización de la persona, un factor de identidad y de cambio». De ahí que se opusiera, de manera intransigente no sólo a las teorizaciones que rechazan el trabajo y le niegan el valor (basta con recordar su áspera polémica con Lotta Continuay los grupos extremistas durante el otoño caliente) y a los más recientes que predican el fin del trabajo, desde Jeremy Rifkin a Dominique Meda.
No estamos ante el fin del trabajo sino al cambio de su calidad, de su papel, de las razones mismas del trabajo. Escribe Trentin: «Los grandes cambios en curso que acompañan al agotamiento de la era fordista marcan el ocaso del concepto de trabajo abstracto, sin calidad –la idea de Marx y el parámetro del fordismo-- para que el punto de referencia de una nueva división del trabajo y de una nueva organización de la empresa sean el trabajo concreto y la persona que trabaja. La misma flexibilidad del trabajo se interpreta en la lectio doctoralis con realismo, es decir, como el producto de los cambios: la introducción de las nuevas tecnologías, la rapidez y la frecuencia de los procesos de innovación y reestructuración que «tienden a ser no ya una patología sino la fisiología de la empresa». Pero, ¡atentos! –dice-- no hay que convertir la flexibilidad del trabajo en una ideología; hay que comprender que va acompañada de un «enriquecimiento y una constante recualificación», de un nuevo contrato social que garantice, ante todo, la formación permanente además de la seguridad en el salario presente y futuro. De ahí la importancia del saber y, sobre todo, del ligamen entre trabajo y conocimiento, tanto para evitar la aparición de nuevas desigualdades y nuevas jerarquías entre quien dispone de saberes y quien ejecuta como para determinar una nueva unidad del mundo del trabajo y para extender la libertad en las relaciones de trabajo.
Es un derrocamiento total con respecto a la concepción tradicional de inspiración socialista y también de la social-cristiana que considera el trabajo como necesidad y fatiga, como «sufrimiento ennoblecido», que precisamente por su naturaleza debe ser resarcido y tutelado a través de una política social redistributiva. Pero que se detiene ante el concepto de trabajo como liberación de la persona humana.
Ante todo la libertad
«Incluso en la historia del llamado conflicto distributivo la verdadera apuesta ha sido la libertad». Así empieza su último libro, en noviembre de 2004, que tiene significativamente el título de La libertà viene prima (4) [Están traducidos al español en http://baticola.blogspot.com.es/2006/12/elogio-de-bruno-trentin.html]. Lo primero es la libertad en todo, incluso con relación al salario, en la organización del trabajo y en la sociedad.
Para Trentin la libertad es capacidad y posibilidad de autorrealización y, en primer lugar, libertad en la relación del trabajo. Que la libertad sea lo primero significa que no puede reenviada al “después”: primero la conquista del poder, después la libertad, tampoco lo primero es la igualdad y después la libertad. Esta es la gran originalidad de su pensamiento con respecto al tradicional socialista. Escribe Trentin: «No se puede concebir el desarrollo histórico y el de las fuerzas productivas como una sucesión de etapas donde es obligatorio ser esclavos de una evolución social para que la democracia y el estado de derecho se afirmen solamente en un determinado estadio de civilización y progreso económico.
La democracia y la libertad son necesarias también en los países menos desarrollados donde todavía no se han desarrollado la revolución liberal. Porque también son factores de crecimiento y desarrollo. Es lo mismo que propugna Amartya Sen. La afirmación de la libertad es necesaria tanto más en los países que se declaran socialistas. La reflexión de Trentin sobre estos aspectos toma cuerpo en 1956 tras la revolución húngara y la invasión soviética, que el condenó. Pero madura con su ponencia en el seminario sobre el capitalismo italiana de 1962. Ahí polemiza con Giorgio Amendola con quien tenía antiguas relaciones de afecto cuando de niño lo conoció en Toulouse junto a Nenni. Amendola, Nenni y su padre, Silvio, construyeron el pacto de unidad de acción antifascista. La polémica concierne al análisis del capitalismo italiano que no estaba solamente retrasado y pobre, sino --según Trentin-- también tenía cotas altas (el neocapitalismo), que debían atacarse desde la condición de trabajo. En esta ocasión Bruno estudia el pensamiento social-cristiano, particularmente el personalismo de Maritain y Mounier, quienes «contestan, desde la raíz, el carácter objetivo y científico del taylorismo que niega la persona como entidad compleja e indivisible con su potencialidad creativa y una innata libertad de elección». Queda fascinado, sobre todo, por el pensamiento de Simone Weil sobre la condición obrera, sobre la relación entre el taylorismo autoritario en la fábrica y el totalitarismo y entre la alienación del trabajo y el atomismo y la anomia en la sociedad.
Obviamente poner en primer plano la libertad y no la igualdad no significa para Trentin desconocer el alcance de la conquista de los derechos sociales universales. Tales derechos son los espacios en que todos, y sobre todo los más débiles, los que menos tienen, pueden ejercer concretamente la libertad de la persona.
Trentin entiende, al igual que Berlinguer, que es necesario edificar desde el principio «elementos de socialismo» que son los derechos, la igualdad de oportunidades, el welfare community, el control de la organización del trabajo, la formación permanente… Lo que critica con mucha aspereza es el igualitarismo abstracto que produce desastres: tanto cuando expresa una perplejidad sobre la abolición del trabajo a destajo, pero no sobre el sistema Bedeaux a mitad de los años cincuenta tras la derrota de la FIOM en la FIAT como cuando se bate contra los aumentos iguales para todos en el convenio de los metalúrgicos en 1969 quedándose en minoría o en el 75 que fue contrario a la unificación del punto de contingencia de la escala móvil. Se opuso a todo ello porque, en todos estos casos, porque vio en lo abstracto del igualitarismo nivelador una señal que se ofrecía a la patronal para dividir a los trabajadores, especialmente a través de los incrementos de productividad no negociados afirmando sus razones de fondo.
Notas
1) Michele Ficco, La gioventù che resta. Storia del partigiano Michele e della brigata e del palazzo Campana. Corddinador por Massimo Rostagno, prefazione di I. Ariemma, Editori Riuniti, Roma 2005.
2) Vittorio Foa, Il cavallo e la torre, Einaudi, Torino 1991, p. 370.
3) Bruno Trentin (con Bruno Ugolini), Il coraggio dell’utopia. La sinistra e il sindacato
dopo il fordismo, Rizzoli, Milano 1994, p. 250.
4) Bruno Trentin, La libertà viene prima. La posta in gioco nel conflitto sociale, Editori
Riuniti, Roma 2004.
Traducción José Luis López Bulla