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Nota editorial. Publicamos la primera parte del capítulo «Turín y la experiencia consejista» del libro La sinistra de Bruno Trentin. Recordamos que las anteriores entregas se publican correlativamente en http://theparapanda.blogspot.com  Vemos en la foto a Emilio Pugno, un gran amigo del PSUC. 



TURÍN Y LA EXPERIENCIA CONSEJISTA (1)


Iginio Ariemma



Bruno Trentin y Turín me hace volver casi inevitablemente al otoño caliente y al sindicato de los consejos. La ideología consejista es un tema recurrente en la reflexión de Trentin. Y a ella vuelve continuamente en dos libros-entrevista: el primero en 1980 con Bruno Ugolini, el segundo con Guido Liguori en 1999. Incluso  el libro que considero más maduro, La città del lavoro, está dedicado en gran medida a esta temática a partir del pensamiento de Gramsci tanto en la referencia al periodo ordinovista como en relación al Americanismo y fordismo. Y en los últimos años, tal vez, ante las profundas transformaciones del proceso productivo, su reflexión, en la búsqueda de un nuevo sujeto social que reconstituya el valor central del trabajo en relación orgánica con el saber y el conocimiento, se aleja de ello pero no se apaga el testimonio de sus intervenciones sobre el 68.   



1955: la derrota de la FIOM en la FIAT



No excluyo, incluso creo que es probable –aunque no hay fuentes directas de ello— que Trentin participara en la conferencia de producción de la FIAT en el cuadro de numerosas iniciativas sobre el Piano del Lavoro, promovido por Di Vittorio a principios de los años cincuenta. En dicha conferencia se presentó el prototipo del «cochecito popular» que anticipó la  fabricación  del «seiscientos» que tuvo tanto éxito después. Egidio Sulotto me hablaba de ello con legítimo orgullo. Y que antes, Trentin estuviera presente en el seminario de la CGIL sobre la explotación y el sistema Bedaux en 1952 siempre en Torino. 


El primer contacto auténtico con Torino y, sobre todo, con la Fiatlo tuvo Bruno Trentin después de la derrota de la FIOM en 1955. Era miembro del Gabinete de estudios de la CGILnacional y uno de los colaboradores más estrechos de Giuseppe Di Vittorio. Le enviaron a Torino para que estudiara y entendiera mejor la organización del trabajo en la FIATy sus transformaciones relativas a la aplicación del sistema de destajo Bedaux. Componían el grupo de trabajo, además de Bruno, Sergio Garavini, Bruno Fernex y Aventino Pace, el compañero más próximo a mí. Aquello lo gestionó seguramente Vittorio Foa. Foa, tras haber dirigido la FIOM turinesa después de la Liberación, fue llamado por Di Vittorio para que se pusiera al frente del Gabinete de estudios de la CGIL nacional en 1949, y tras la derrota en FIAT fue elegido secretario de la FIOM nacional con Agostino Novella.  Foa y Bruno se conocieron en Milán pocos meses antes de la Liberación. Escribieron juntos el llamamiento de Giustizia e Libertà para la insurrección milanesa. Después Bruno se licenció en Padua en el instituto de Filosofía del derecho de Norberto Bobbio y, a finales de 1949, fue llamado por Foa a la CGIL. Habíanestado juntos en el Partito d´Azione, separándose cuando el P. d´A. se disolvió. Foa se adhirió al Partido socialista; sin embargo, Bruno estuvo dos años en una posición de espera y acercamiento al PCI hasta que al final se afilió al partido. La relación entre ambos fue fraternal. Políticamente Bruno sentía a Vittorio como copartícipe de una izquierda libertaria. ¿Cuál es el significado de la adhesión de Bruno al PCI?. Foa continuaba preguntándoselo. Un día hablamos en su casa. En Il cavallo e la torre escribe Foa: «Di Vittorio militaba sinceramente en el Partido comunista, pero quería que éste fuese a su imagen y semejanza. En esto, Bruno Trentin era muy parecido» (1).


El trabajo común sobre la FIAT construyó los fundamentos de la solidaridad y la sintonía entre Bruno Trentin y el grupo dirigente sindical turinés que dirigía la Camera del Lavoro a finales de los años cincuenta.  Uno de estos líderes, Bruno Fernex, estará entre los más estrechos y valiosos colaboradores de Trentin en la FIOM nacional. Compartían las ideas substancialmente sobre dos puntos:


1) El neocapitalismo es una realidad; este fue el título provocador de un artículo de Foa aparecido en Mondo operaio en 1957.  Ahora parece una banalidad, pero entonces no lo era. Prevalecía en aquella época que el capitalismo italiano estaba atrasado y era «pobre». Con todo lo que ello comporta en el plano de la estrategia, orientada no al socialismo  sino a la revolución democrática y liberal. Además, prevalecía un marxismo un poco dogmático, según el cual las relaciones de producción obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas. Y, de ahí, que el hundimiento del capitalismo, aunque no inminente, era históricamente inevitable. Podemos definir esta concepción como catastrofista o, como se decía entonces, malthusiana.


2) La realidad del neocapitalismo comportaba volver a la fábrica, partir de la condición obrera y de aquel fordismo y taylorismo --que entonces se estaba fortalceciendo en la FIAT--considerado una organización científica del trabajo, racional, objetiva e incontestable en sus bases fundamentales no sólo por la patronal sino también por Lenin,  e incluso por Gramsci aunque de una manera contradictoria, como decía Trentin.   


Había que cambiar este modo de trabajar, que conducía a una superexplotación y alienación, y con anterioridad había que negociar fábrica a fábrica sobre la base de nuevos instrumentos de representación y control de los trabajadores y del sindicato. Entre la correspondencia de Bruno encontré una carta a Togliatti del 2 de febrero de 1957, escrita con Renzo Ciardini, secretario de la Camera del Lavoro de Génova, que tiene un gran interés. En una intervención en el Comité central del PCI Togliatti dijo que no correspondía a los trabajadores «tomar iniciativas para promover y dirigir el progreso técnico» y que la «función propulsora en el progreso técnico se ejerce únicamente a través de la lucha por el incremento de los salarios».  Trentin contesta esta afirmación y escribe: «Francamente, nosotros pensamos que la lucha por el control y una justa orientación de las inversiones en la empresa presupone en muchos casos una capacidad de iniciativa por parte de la clase obrera sobre los problemas relacionados con el progreso técnico y la organización del trabajo, intentando quitar al patrón la posibilidad de decidir unilateralmente sobre la entidad, las orientaciones, los tiempos de realización de las transformaciones tecnológicas y organizativas.  Una iniciativa similar aparece, al menos a nosotros, como la condición en muchos casos para poder dar a la negociación de todos los elementos de la relación de trabajo (e incluso de los tiempos de producción, de las plantillas y de las formas de retribución) un contenido efectivo dada nuestra imposibilidad de contraponer a la orientación de las inversiones de la empresa nuestra propia alternativa poniendo límites substanciales a las inversiones de la empresa y al desarrollo de la negociación colectiva en la empresa».


Como puede verse, en esta carta se encuentra ya casi todo lo que sucederá en el otoño caliente, y eso que estamos a principios de 1957. Trentin ha dado espesor teórico a este modo de concebir el sindicato y la lucha obrera. Bruno siempre escribía mucho para sí mismo y los demás. Podemos encontrar sus artículos y ensayos en todas las revistas relacionadas con el partido y el sindicato. Toma parte en el Centro ricerche economiche en el Istituto Feltrinelli sobre la cuestión septentrional (señalo que estamos en 1957) bajo la dirección de Silvio Leonardi y Luciano Cafagna; participa en los seminarios sobre el progreso técnico y las transformaciones de la organización del trabajo. Sin embargo, Trentin –a diferencia del grupo dirigente de la Camera del Lavoro y Foa--  no colabora en 1961 en el primer número de Quaderni rossi de Raniero Panzieri. Entendía que había una parte de verdad en las tesis de Panzieri «sobre el uso capitalista de las máquinas, pero era crítico en las diatribas teoricas sobre el «plan del capital» y, sobre todo, temía el deslizamiento hacia posiciones apriorísticas e incluso ludditas contra el progreso tecnológico por parte de los trabajadores. En esto era verdaderamente «hijo» de Di Vittorio. 


La sistematización más completa se encuentra en la ponencia que presenta en el seminario de 1962 sobre las tendencias del capitalismo italiano que promovió el Istituto Gramsci. Ahí están los ejes fundamentales de su concepción sindical; y, como es sabido, sus ideas sobre el laborismo cristiano y de la CSIL y las doctrinas neocapitalistas que figuraban en la literatura americana y europea, tal vez «sobrevalorando la consistencia de la modernización industrial italiana». Lo que atizó la polémica, también áspera, por parte de Giorgio Amendola, que se irritaba si sentía hablar de  alienación del control obrero;  y sobre todo –como ha dicho justamente Beppe Berta—Trentin «polemizaba no tanto con Ugo La Malfa sino con Antonio Giolitti, y (añado yo) con Foa, Panzieri y otros revisionistas de derecha e izquierda (2).


No se puede ignorar,  con relación a los años cincuenta, la «otra» ocasión que caracterizó profundamente a la generación de Trentin.  Me refiero a la revolución húngara del 56. También en esta cuestión se consolidó un fuerte ligamen entre Trentin y el grupo dirigente del sindicato turinés. Trentin, Sergio Garavini y Egidio Sulotto, entonces secretario de la Camera del lavoro –a diferencia de la posición del PCI— estaban en la misma postura que Di Vittorio: denuncia y condena de la intervención soviética. 


Hacía poco que Trentin había accedido a la responsabilidad de secretario de la célula comunista de la CGIL, sucediendo a Giovanni Parodi, otro vínculo con el Turín ordinovista.  La cosa es importante en sí misma. Pero es todavía más significativa si se piensa que es a partir de aquella ocasión cuando en Bruno –también Garavini y otros--  toma amplitud la búsqueda de la relación entre democracia y socialismo y lo que se definirá como la via parlamentaria al socialismo.  Con todas sus implicaciones: papel y autonomía del sindicato como sujeto político; negación no sólo del sindicato único sino también del partido único; búsqueda del nexo entre democracia directa y democracia parlamentaria y representativa… Hay que hacer notar que tanto Trentin como Garavini, a pesar de la distancia con el PCI, no rompen con el partido. Ni se prestan a lo que a lo que Bruno definía, despectivamente, «la guerra de las bandas». Ni antes ni después. Por ejemplo, en torno al Manifesto ambos se abstuvieron por cuestiones de método, siendo contrarios a la expulsión y a la imposibilidad de manifestar el desacuerdo, mientras que por cuestiones de fondo expresaron su desacuerdo con las posiciones del Manifesto.  Así pues, no se puede sostener que no hayan llevado en el partido una batalla política, aunque siempre de manera abierta y leal, teniendo como punto de común referencia, en aquel periodo, a Pietro Ingrao. Ingrao me contó su descubrimiento de la clase obrera y de Torino en aquellos años. Fue un cambio total para él que tenía in mente –así me lo dijo-- «el asalto al palacio de invierno». 

   


Notas


(1) Vittorio Foa, Il cavallo e la torre, cit., p. 194.

(2) Giuseppe Berta, in Il futuro del sindacato dei diritti, cit., pp. 61-70.




Traducción José Luis López Bulla 


Font: upec
04/07/2014
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