El sindicalismo español –ya lo hemos dicho reiteradamente-- tiene un defecto: siempre valoró muy poco las conquistas sociales que conseguía; esta cultura viene de muy antiguo: de los sindicalistas de mi quinta. Tan estúpida práctica se mantiene a estas alturas. Por el contrario, Podemos es el reverso de la moneda. Uno de sus dirigentes más reconocidos, Monedero, se ha atribuido, desparpajadamente, la abdicación de Juan Carlos y la dimisión de Rubalcaba. Es un extraño espejo: de un lado, la circunspección; de otro lado, una fastuosa hipérbole que podría correr el riesgo de hacer el más estridente ridículo.
Nadie, a estas alturas, debería dudar –más allá de la opinión que tenga de la nueva formación-- que Podemos está poniendo patas arriba una gran cantidad de cosas. De entrada, por ejemplo, la incorporación a la arena política y a la plaza pública de una parte considerable de la izquierda sumergida. Se diría que a un buen trozo de la «multitud casual». Gramsci definía así a la multitud casual: «una multitud durante un aguacero bajo un tinglado", compuestos por hombres no ligados por responsabilidades hacia los otros hombres o grupos de hombres, o hacia una realidad económica concreta» (1). Es decir, un numeroso grupo de personas que por casualidad coinciden en un momento dado en un lugar concreto. Pues bien, sería de cegatos no ver hasta qué punto esa multitud se ha incorporado, coyunturalmente o no, a Podemos, coincidiendo entre sí de manera no casual, a queriendas y sabiendas, en la nueva formación política.
Sin embargo, precisamente por ello, los dirigentes de Podemos deberían aplicarse a sí mismos los cánones de lo que ellos achacan a la «casta». Por ejemplo, en este caso, esa retórica chabacana, llena de anacolutos, que utilizan los politicastros instalados. Porque no sólo no contiene pedagogía de cultura política, sino justamente lo contrario, hacia la multitud que, en su caso, ya no es casual. En resumen, al menos en esta ocasión Monedero ha caído en la facundia olvidando el punto de vista fundamentado. O sea, que ha dicho un disparate tan catedralicio como cuando yo dije en mis tiempos: «Nada se puede hacer sin Comisiones Obreras y menos contra Comisiones Obreras». Menos mal que los que me aplaudieron a rabiar nunca me lo han echado en cara.
(1) Antonio Gramsci. El hombre individuo y el hombre masa. Antología, traducción y notas a cargo de Manuel Sacristán en Siglo XXI.