Pues sí. No sé muy bien cómo ni porqué pero perdí mi llave del coche. Lo siento. Las llaves no se pierden, lo asumo. Pero antes de dejar eternamente mi Toyota Auris aparcado en la calle, como una farola desconchada, como el monumento a mi torpeza, decidí pedir una nueva llave. Cuando digo llave me refiero a ese artilugio prodigioso que permite abrir un vehículo y ponerlo en marcha, ya saben, una llave.
Llamo a Toyota y se extrañan. ¿Ha perdido usted la llave?. Parece ser que en Toyota los conductores no pierden las llaves. De hecho, en los anuncios de Toyota los individuos no tienen sobrepeso, ni alopecia, ni acné, ni siquiera tienen que recortarse las cejas. Son coches pensados para personas que no pierden llaves, de manera que en Toyota se colapsaron cuando les dije que no la tenía. Ya le llamaremos, me dicen, como si tuvieran que acceder al manual de las demandas extrañas, por supuesto, escrito en japonés.
Tengo en mis manos el presupuesto de Toyota. Sí, es un poco raro que una llave tenga un presupuesto. Tú vas a comprar seis hamburguesas y no te envían primero un presupuesto en pdf. Que te hagan un presupuesto ya es el primer síntoma de un precio que no te esperas. Antes de ver el precio final, los síntomas se multiplican. En primer lugar, la llave procede de Bélgica. Se ve que en Toyota han decidido dispersar las piezas del coche en diferentes países, para evitar confusiones: Las llaves en Bélgica, la tapicería en Rumanía, los volantes en Reino Unido... En segundo lugar, leo cosas que no entiendo como por ejemplo "Sistema Inmovilizador Completo" (sic), como cuando vas a un taller y el mecánico te dice "Eso va a ser el centrifugador de estroncios".
Me tomo mi tiempo. Preparo una marialuisa e hiperventilo con una bolsa de papel. "Sistema Inmovilizador Completo" resuena entre el yunque y el estribo de mi oído medio, como un terrible augurio. Me armo de valor. Miro hacia el extremo inferior derecho del pdf, esa cifra en negrita. Sufro una leve lipotimia y la marialuisa aún caliente se desploma por la pernera del pantalón. Mil y pico euros. En ese momento, lo de sistema inmovilizador completo adquiere todo su sentido.
Llamo a Toyota, al departamento recién creado de llaves perdidas, y aclaro que yo la llave no la quiero con incrustaciones de amatista, ni con una talla a mano de Chillida, que me conformo con una llave de esas que abren puertas. Me aclaran que Bélgica está muy lejos, que concretamente entre Bruselas y Girona median 1.142 kilómetros, esto es 236 horas a pie según Google Maps. Y que dé gracias que esté aquí y no en Dushanbe, la capital de Tajikistán, que me quejo por vicio. Tras ello, el operario me pregunta con voz cantarina qué día voy a traer el coche. Mire usted señor operario, replico tras otra breve lipotimia, tal vez no me he explicado bien o tal vez todo sea un cruel plan urdido en Tokyo para que me convierta en un asesino en serie, pero mi problema es que los coches en general, y el mío en particular, se abren y se activan mediante una llave, eso que he perdido. Impertérrito, el operario me advierte que no puede activar el sic sin los papeles de coche. Papeles que (como todos los papeles de coches del mundo) están en el interior del coche. Interior al cual no puedo acceder sin una llave.
Y aquí sigue el Toyota completamente inmovilizado en la calle, a la espera de una llave que llegará algún día desde Bélgica. En ese momento, llamaré a una grúa que remolcará el vehículo durante 40 kilómetros hasta un taller. Justo antes, tal vez con una piedra, tal vez con mi propia cabeza, romperé el cristal delantero y accederé a la guantera con los papeles que permitirán activar el sic. Y a Dios pongo por testigo que ese día será el último que pise un taller de Toyota.
Y acabo con unas palabras dirigidas al director de Toyota, el señor Akio Toyoda. Querido Toyoda, entiendo que a veces la vida puede ser dura, que tal vez tuvo una infancia infeliz, que alimentarse con algas es repugnante, o que Yizuka se fue con otro y le rompió el corazón. Me hago cargo, Akio. Pero 1.000 euros y pico son aquí, al otro lado del mundo, el sueldo medio de una persona; son 100 menús de 10 euros; son más de una tonelada de sardinas en la Lonja de la Ametlla de Mar. Es lo que vale la entrada de un apartamento o una semana de vacaciones. Aquí, al otro lado del mundo, las llaves tienen el precio de unas llaves. Y no le deseo ningún mal, ni me imagino ningún accidente con un pez globo, pero señor Toyoda si un día Godzila emerge del mar de Japón y aplasta su flota de toyotas con sus llaves incluídas, no me pida que le compadezca.