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El gobierno del Partido Popular se ha salido con la suya: su mayoría absoluta en el Parlamento ha aprobado la «ley mordaza». El bonapartismo ha dado otro paso adelante. Se trata de un proceso de extremado autoritarismo que ya nos está situando en una democracia mutilada: de boquilla no se niegan las libertades, pero se las amputa para que en la práctica –desde los centros de trabajo hasta el foro público, las calles y las plazas--  sean el territorio del silencio. La ley mordaza ataca, pues, el ejercicio de los derechos políticos, cívicos y sociales: unos bienes democráticos que las derechas siempre toleraron en clave de fastidio. La crisis económica no es la excusa sino la oportunidad para demoler los derechos. Pero esto es cosa sabida, de manera que no se insistirá (al menos hoy) sobre este particular. Ahora vamos a tratar de otra cosa, que está relacionada con esta ley nefanda.


Me he quedado impactado y sorprendido por la foto –en portada en algunos diarios principales— en la que aparecen los diputados de Izquierda Plural literalmente amordazados en sus escaños. Impactado por la potencia de la imagen; sorprendido (desagradablemente sorprendido) por el retrato. De esto último es a lo que quiero referirme. Los diputados de Izquierda Plural han combatido tesoneramente esta ley. Cierto, no han sido los únicos. Pero es sobre ellos sobre los que se reflexiona afectuosamente en este ejercicio de redacción.  


El gesto de los diputados querría significar que ellos están representando plásticamente la boca tapada, amordazada, que se impone a la ciudadanía española. Entiendo que ese es el simbolismo del gesto. Ahora bien, quienes como ellos han tenido la boca libre –y, a buen seguro, la seguirán teniendo--  no tiene sentido que aparezcan amordazados. No hace falta tener la capacidad de descodificación de los símbolos del maestro Vázquez Montalbán para entender que esa foto puede tener otra interpretación: la impotencia. Digo interpretación, aunque no es el caso, pues todos sabemos cómo se las gasta el grupo parlamentario de Izquierda Plural, que es inamordazable e incallable, y el más tímido de sus diputados siempre está en jarras.


Los que estamos en primero de Vázquez Montalbán podríamos entender el gesto que comentamos como una estética de la derrota, que es una expresión que se deriva del «culto a la derrota» al que ha sido históricamente tan proclive la historia. No obstante, podría ser otra la interpretación acerca de esos esparadrapos: el escaso dominio de un amplio sector de la izquierda sobre los símbolos en la sociedad de la imagen. Con lo cual estaríamos ante una discordancia entre el (a veces) triunfalismo de la palabra y la estética de derrota de la imagen. Y, definitivamente, discordancia entre el esparadrapo en la boca y el comportamiento corajudo de estos diputados. Pero esto es solamente la opinión de alguien que está poco versado en estas materias.


En todo caso, dispensen mi atrevimiento.  A mi edad provecta es muy difícil rectificar un consolidado carácter de metomentodo.     






Font: upec
12/12/2014
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