
Los niños que han sido severamente maltratados tienen un alto riesgo de reproducir el tipo de conducta padecida en su edad adulta, sobre todo si las agresiones se producen a una edad temprana y el agresor es una figura con la que existe una importante vinculación afectiva. Los padres que maltratan, abusan o son negligentes con sus hijos enseñan a los pequeños conductas abusivas pueden provocar en el niño fuertes incongruencias que les incapacite para reflexionar sobre él mismo y sobre los sentimientos de los otros. El impacto de estas primeras experiencias adversas puede repercutir posteriormente en su comportamiento social y reproductivo durante la edad adulta.