Primero. No, no se ha acabado la tragedia griega. Ahora se ha entrado abruptamente en el segundo acto; el parlamento griego ha aprobado la propuesta de Tsipras: una parte de Syriza ha votado en contra y mayoritariamente la oposición se ha dado respaldo, la izquierda griega aparece dividida y en la calle surgen los primeros chispazos de agitación social. De un lado, el fuego amigo contra Tsipras; de otro lado, la derecha empieza a chicolear para tomar como rehén al primer ministro y pasarle factura por la dádiva de haber sacado adelante formalmente el texto que impuso el Gotha europeo.
En apretada conclusión, Grecia está peor que hace una semana y ha entrado en una fase de inestabilidad política y social, mientras los problemas de la ciudadanía, cada vez más extenuada, se han incrementado aceleradamente. Cabe la posibilidad de que se vaya gestando una especie de nihilismo general.
Que la izquierda haya sido derrotada es grave, pero lo más grave es que ahora esté dividida. Y en ese cuadro lo peor sería que algún sector influyente de la izquierda recuperara su viejo dialecto de llamar traidores a Tsipras y el grupo que le apoya. Ya se lo dijeron al mismísimo Lenin –con ser Lenin-- cuando aceptó la humillación de Brest Litovks. Porque la recuperación de ese viejo dialecto empezaría situando como enemigo principal a Tsipras y no a quienes han impuesto esa (pretendida) paz humillante. Tsipras, así las cosas, sería el responsable de la situación; los conscientes fautores –dentro y fuera de Grecia— de la gravedad del problema saldrían limpios de polvo y paja. Y, en todo caso, el peligro es que –además del agravamiento de la situación de la ciudadanía y de los que están al borde de la subsistencia-- Grecia podría deslizarse momentáneamente hacia un Estado fallido. La Unión Europea dejaría hacer durante un tiempo y en un momento dado diría “aquí estamos nosotros para salvaros”, imponiendo un gobierno de amigos puestos de rodillas.
¿Que ha ganado la Unión Europea ? La respuesta es: nada y todo.
Los llamados acreedores no recibirán un duro, sencillamente porque Grecia estará durante un tiempo indeterminado sin blanca. No es que no quieran pagar sino que no tienen, con perdón, donde caerse muertos. Esto era cosa sabida incluso por los estudiantes de Primero de Keynes, que no era precisamente un anti sistema.
Pero la Unión Europea se sale con la suya: el diseño original del modelo social europeo --la Europa de Delors y Trentin-- empezaba a ser una interferencia al mundo del parné global. Por otra parte, la posibilidad de que Syriza fuera un punto de referencia para las izquierdas autocalificadas de alternativas era algo que no se podía contemporizar. Así pues: ¡leña al mono! O lo que es lo mismo: se ayudará a Grecia cuando la Unión vea que el recoldo de Syriza fue el sueño de una noche de invierno.
¿Qué ha ganado el majagranzas de Rajoy en todo esto?
Nada y una miaja. Nada: ni siquiera cuando puso la mano –jéchame argo, Merkel— el ministro de Guindos se quedó a la luna de Valencia. Una miaja: alquilar media arroba de retórica para acollonar a quienes sigan pugnando por echarle de la Moncloa.
Doy por sentado que sería una presunción por mi parte decir al compañero Tsipras –quieo enfatizar solemnemente la palabra compañero-- qué debería hacer en estas circunstancias. Pero, a mis ochenta años, les digo a las izquierdas griegas: reconstruyan pacientemente la unidad política y orgánica porque, en caso contrario las izquierdas, derrotadas y divididas, se lo pondrán peor a Sísifo. Por favor, no confíen en los dómine Cabra ni en el maestro Liendre que saldrán desde las ciertas covachuelas académicas europeos y desde los cenáculos variopintos. Reconstruyan la unidad ustedes.
Segundo. En paralelo a la situación griega hay dos noticias catalanas de indudable interés. La lista de Mas ya tiene cabeza de cartel: Raül Romeva, diez años como europarlamentario, preside estéticamente un elenco de políticos que se disfraza de sociedad civil para no infundir sospechas. Gastronómicamente puede ser definida como la lista-comistrajo, ya que el comistrajo es, según el diccionario, una mezcla irregular y extravagante de alimentos.
La segunda noticia tiene relación con lo que decíamos ayer: Iniciativa per Catalunya y Podemos han firmado un acuerdo para concurrir a las elecciones autonómicas que están a la vuelta de la esquina. Este blog se felicita de ello y brinda con una cervecita fresca. Si un acuerdo de características similares se produce en toda España brindaremos con cava brut nature de la cooperativa de Parapanda.