La gubernamentalización de la Unión Europea es cada vez mayor y bajo la hegemonía de los países acreedores, con Alemania a la cabeza. Las condiciones impuestas a Grecia para obtener un tercer rescate marcan un antes y un después. Nada volverá a ser igual, ni en la UE ni en la eurozona. Si la lógica es que quien no se rinda a los postulados del gobierno alemán puede marcharse del euro, la reacción más presumible de los Estados y de sus opiniones públicas será sopesar en cada momento los costes/beneficios de su permanencia en el euro. Si lo que impera es la defensa de los intereses nacionales, los antieuropeístas irán ganando cada vez más peso.
La unión monetaria, tal como ha sido diseñada, no ha sido un paso hacia adelante en el lento pero ambicioso proyecto de la construcción europea. Si a los déficits estructurales con los que se creó la zona euro se les añade una gestión de la crisis en la que entrelazan intereses nacionales junto con un fuerte ideologismo neoliberal, la catástrofe está servida.
La izquierda europea, política y social, tiene la responsabilidad de sentarse y reflexionar sobre la Europa actual y la Europa que queremos, y con sus conclusiones pasar a la ofensiva. Si no, mucho me temo que en determinados países se impongan dinámicas que recuerden la actual entre Catalunya y España: hay que marcharse de la Unión, porque seguir en ella nos perjudica y es irreformable, vista la cerrazón de Alemania.
