Presten atención a la entrevista que El País le hace en la contraportada de hoy a uno de los coroneles del Partido Apostólico, Pablo Casado.En un momento dado, el famoso dicho de Cruyff, este Casado nos dice que a los catorce años ya leía el Camino de servidumbre de don Federico Hayek. No tengo motivos para decir que es un farol, una postura con la idea de decirnos que es muy leído. Es más, si nos hubiera dicho que con tan tierna edad leyó el Ulises (de James Joyce) también le hubiera creído.
Lo que me trae un recuerdo personal. A esa misma edad, un buen día iba yo leyendo por las calle de Santa Fe, capital de la Vega de Granada, El criterio, de Jaime Balmes. Se me cruza mi tío Rafael Ruiz Caballero, lugarteniente en Granada durante la República de don Diego Martínez Barrios. Y, más o menos, me dice: «¿Qué lees, niño?». Se lo digo, mira el libro y se queda pasmado. Y, gravemente, me dice: «Nosotros, los, librepensadores, también lo leemos. Pero a tu edad no conviene un atracón indigesto. Lee a Julio Verne que, por lo menos, entenderás algo. No me seas tan pedante como don Ricardo el de los pollos». Le pregunto qué es un librepensador y, al rato, ya estaba yo leyendo El capitán de 15 años. Y entonces sí entendía lo que estaba leyendo. Es verdad que continué siendo un pedante, pero por lo menos –a través de Verne y los Dumas-- aprendí que era verdad aquello de “antes de p y b se escribe m”. Algo es algo.
Lo más seguro es que a Pablo Casado no le pasó lo mismo o algo parecido.
2.-- De carpinteros y psiquiatras
Nunca lo hubiera dicho: tengo un desacuerdo no irrelevante con mi querido amigo Quim González que, tiempo ha, escribió un artículo importante:España y Cataluña, necesitamos carpinteros. La referencia de lectura de este trabajo la tienen ustedes en http://pilarcefe.blogspot.be/2014/04/espana-y-cataluna-necesitamos.html. Ciertamente, el autor se esfuerza en argumentar, pero no logra convencerme del todo. Tal vez cuente con más información que un servidor, pero no logra que me sume a sus preocupaciones. Yo entiendo que hay otra necesidad más apremiante, y requiero, en base al orden de prioridades, tener en cuenta qué es lo principal y qué lo que no es tanto. Así pues, lo que ahora es secundario –vale decir, la necesidad de carpinteros, ya sean de ribera o no—puede esperar unos cuantos días.
Yendo por lo derecho: lo principal hic et nunc son los psiquiatras. Que estos científicos tengan menos credibilidad que los carpinteros ya es harina de otro costal. De ahí que me emplee a fondo para que Quim González pueda corregir el tiro. De momento, hablaremos de la angustiosa necesidad de psiquiatras que tiene Cataluña, dejando para otra ocasión la de España.
Un tal Josep Maria Reníu --¿qué habrá leído este caballero siendo niño chico?-- ha venido a decir, a través de una emisora de radio, que quien no quiera pagar a la hacienda catalana, que se va a poner en marcha, debe irse de Catalunya. Así ha quedado y su transcripción figura en http://politica.e-noticies.cat/un-membre-del-catn-diu-que-qui-no-vulgui-pagar-a-la-hisenda-catalana-haura-de-marxar-98088.html. Me huelo que su mandato será desoído, incluso por sus amigos, conocidos y saludados de preocupaciones y sentimientos. Pues una cosa es predicar y otra cumplir. Digamos las cosas claras: ¿este caballero está en sus cabales? A fe mía que le faltan algunos tornillos. Ahora bien, comoquiera que no se puede descartar que tenga algunos seguidores –posiblemente decenas de miles-- ¿qué es más urgente los maestros carpinteros o los psiquiatras?
Querido Quim, tú y yo nos hemos formado en una corriente de pensamiento que expone lo siguiente: “!más de tres prioridades equivalen a ninguna”. Es verdad, no hemos conseguido que algunos de nuestros conocidos la hagan suya e insisten en exponer en un discurso que esto es prioritario, lo otro es prioritario, lo de acá es prioritario, lo de acullá es prioritario y lo de más allá es prioritario, poniéndonos la cabeza como un timbal. Cosa que enfollona el discurso y, finalmente, sus consecuencias son que se hará lo que se pueda, que finalmente es lo de menor importancia.
Moraleja.— No interpreten mal el mensaje. Hay que leer, incluso el Camino de servidumbre. Pero ¿qué sacó en claro Pablo Casado, aparte de jodernos la marrana, de la lectura del evangelio neoliberal de Hayek?