Podemos debería comprar medio kilo de la cavalleria rusticana a Compromís. Traduzcan bien dicho sintagma: «cavalleria rusticana» quiere decir caballerosidad rústica. Esa es la agradable impresión que siempre me dan las apariciones públicas de Mónica Oltra y Joan Baldoví. Con discreta energía y visible templanza. Justamente lo contrario de la indisimulada arrogancia de los principales dirigentes de Podemos. Tengo para mí que Compromís hace servir los oídos para escuchar atentamente, al contrario que Pablo Iglesias el Joven, que tiene preparada la respuesta antes de saber lo que va a decir su interlocutor, una respuesta tal vez nacida del ardor de estómago.
Compromís le ha venido a decir a Podemos: «Nosotros vamos a seguir negociando la formación de gobierno». Una primera explicación (siempre provisional, por supuesto) es que Oltra, Baldoví y los suyos, que han sufrido más que nadie los efectos del Partido Popular, saben lo que significaría una reedición de dicho partido en el gobierno. Lo saben, y no librescamente. Lo saben políticamente que es cosa bien distinta de politológicamente. Pero hay más, a mi entender: Compromís no parece confundir los principios con el método. Mientras que para Iglesias hasta el más mínimo detalle es un principio.
No seríamos justos si no dijéramos que Podemos ha ido soltando hojarasca en los últimos tiempos. No seríamos sinceros si olvidáramos que una cierta parte del acné juvenil ha ido perdiendo grosor en Iglesias. Pero ciertamente hay algo que permanece todavía: el miedo escénico en abordar eficazmente que puede entrar a formar parte del gobierno. Lo que lleva a Iglesias, según entiende un servidor, a enfocar la situación en clave politológica, que no política.
Sugerencia: Haría bien Iglesias en apuntarse a la Academia Oltra y recibir clases particulares de energía templada y visión de presente. Y a la hora del recreo leer al viejo Demóstenes que dijo, tal vez tartamudeando, en su discurso Sobre los asuntos del Quersoneso: «Sin embargo, si vais a continuar estando sentados, limitándoos en vuestro celo, a abuchear o aplaudir a los oradores, pero echándoos para atrás si algo es menester realizar, no veo qué discurso podrá ser capaz de salvar la ciudad sin que vosotros hagáis lo conveniente».