Cuando me quedé embarazada de mi primer hijo: ¡me alegré tanto de que fuera un varón! Lo que le podía ofrecer le daría libertad. En cambio, si hubiera tenido una niña sabía que le habría trasladado mis ofuscaciones.

Vengo de una historia de maltrato a la mujer. Mis ancestros no cuidaron de ellas: las hicieron invisibles, las golpearon y las ningunearon. En la piel de mi corazón están las cicatrices de cada mujer de mi árbol familiar agredida y mis neuronas repiten impulsos de odio hacia la figura de la mujer. Todo lo que he escuchado a cerca de las mujeres es despectivo y los mensajes implícitos están cada acto de los varones que llevan mi sangre.

En la maternidad he podido ver esa semilla de desprecio en la relación entre nosotras. El juicio despreciativo a las que piensan o actúan diferente aparece con la voracidad de las termitas. ¿Y si en lugar de echarnos tierra encima nos pudiéramos apoyar para criar y así crear una sociedad mejor? 
  
A partir de hoy, honraré a cada mujer de mi estirpe. Sanaré para fortalecer a las que tengan que venir. Empezaré por darme valor y creceré como mujer hasta empoderarme. Daré valía a cada una con la que me encuentre y si detecto algún ataque patriarcal que salga de mí lo frenaré antes perpetuar la crítica. Y a mi hijo, lo educaré en el respeto a la mujer empezando por el respeto a mí misma.

Quiero que sepas, mujer, que el cambio está en ti y en tu elección. Yo estoy contigo. 

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Por: J.M.C.P. | Categoría General.
 
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