Estoy escribiendo mi tercer libro de la serie de siete libros que tengo pendiente. En este se trata principalmente de cómo echamos balones fuera, a la hora de asumir nuestra responsabilidad. El famoso echar a la culpa a otro para no asumir nuestra responsabilidad en algo. El famosísimo ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Para ejemplificarlo, y que sea más sencillo de asimilar, se me ha ocurrido recurrir a la película “Náufrago”, de Tom Hanks. En esta película, un ejecutivo con muchos temas personales sin resolver, tiene un accidente aéreo, y acaba sólo en una isla en mitad de la nada. Después de resolver sus problemas de supervivencia física más inminentes, se enfrenta al reto de sobrevivir anímica y mentalmente a la situación.
Para ello, recurre al hecho de transformar una pelota de voleibol, en un “ser” animado, y empieza a interactuar con él. Hay personas que están en paz consigo mismas, y voluntariamente buscan la soledad y el aislamiento de la sociedad. Nuestro protagonista todo lo contrario, las partes que no tienen integradas en sí mismo, las tiene que exteriorizar en un muñeco ajeno a él. Y desde aquí llegamos a la culpa y a la responsabilidad.
En determinado momento, el muñeco, le “dice” a Tom Hanks lo que tiene que hacer para escapar de la isla. Este, como no lo quiere hacer, aunque sabe que tiene que hacerlo sí o sí, se enfada mucho con el muñeco… y lo tira al mar. Al poco rato sale corriendo a rescatarlo muy angustiado y vuelve a darle sus rasgos humanos con su propia sangre.
El muñeco representa todo aquello a quien culpar para no asumir tu propia responsabilidad. El problema es que, en una isla desierta, hay que volverse un poquito loco para echarle la culpa a otro, aunque sea a una pelota reformada. Nosotros, inmersos en una sociedad y rodeados de gente y estímulos, tenemos mucho más fácil lo de culpar a otros. Por eso a veces, viene bien pasar unos días sólo, para ver que tal te encuentras contigo mismo.
Al final, el náufrago consigue escapar de la isla… y pierde su pelota, aquella parte de él que a veces necesita, que a veces no quiere ver, su “amigo”, su chivo expiatorio. Al perder la pelota, consigue integrar esa parte suya que había exteriorizado, y asumir toda su responsabilidad en su vida.
Cuando vuelve a la sociedad después de su rescate, vuelve una persona mucho más consciente y empática que la que se fue en el accidente. Os invito a que integréis también, esa parte vuestra que echa culpas fuera, y asumáis vuestra responsabilidad. Sólo así asumiréis el timón de vuestras vidas.
Cándido Granada Álvarez.
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