Gerardo Tata Martino ha puesto, con sobrada razón, el grito en el cielo: «es inmoral los cien millones de euros por el traspaso de Bale al Real Madrid». Comparto lo dicho por el nuevo entrenador del FC Barcelona. Sin embargo, hecho a faltar que el Tata nos diga si la inmoralidad empieza a partir de los salarios de Messi o de lo que ha pagado el Barça por el traspaso de Neymar o a partir de qué cifra. No sea que ello fuera otra escaramuza para mantener la tensión entre los dos eternos rivales teniendo una idea cuantitativa de la moral.
Lo cierto es que, al margen de las palabras de Martino, una buena parte de los comentaristas (deportivos o no) consideran natural que se paguen unas cifras tan astronómicas para la élite futbolística, al tiempo que silencian no sólo los recortes salariales para el común de los mortales sino las continuadas exigencias de ciertos organismos internacionales que azuzan a seguir recortando los emolumentos de los trabajadores, que empujan desconsideradamente a continuar empequeñeciendo las pensiones de nuestros jubilados. Oído, cocina: las pensiones son el principal ingreso de unos 420.000 hogares españoles con algún miembro en paro.
Y, por sorprender, sorprende todavía más que las fuerzas de izquierda no hayan dicho esta boca es mía con relación a este despropósito de millones en el mundo del fútbol. Y es que el fútbol y sus circunstancias (orteguianas o no) es tabú para la izquierda. No hay que ponerse en coplas ante esa sectaria masa social de cada club que considera inmoral lo que ganan los contrarios y justificado lo que cobran los suyos. Es la fe de los creyentes: para unos la única religión verdadera es el Barça y Messi su profeta; para otros es el Madrid y Florentino su profeta. Cada uno de ellos rodeado de su cazurra teología y sus simbolismos, elevados a la categoría de teodicea. A uno y otro le llueven millones, pero las millonarias deudas a la Seguridad Social y Hacienda siguen en el baúl de los recuerdos con la complacencia de dichas instituciones y del Estado. Mientras tanto, el ministro Montoro arremete contra los peligrosos defraudadores que, a su juicio, podrían ser los chiringuitos playeros.
En su día hubo muchas voces que alertaron del desordenado y favorecido boom del ladrillo; ni los gobiernos de Anás se enfrentaron a ello ni tampoco los de Caifás. Pues bien, tiempo al tiempo: se está incubando una burbuja futbolística y hasta es posible que llegado el día se justifique la necesidad de rescatar a ciertos equipos. Por supuesto, con el dinero de todos: los recortados sacando las castañas del fuego a esa pareja indiferenciada de Florentino y Rosell.