Guillaume Duval y Alain Fabre, dos economistas expertos en la economía y sociedad de Alemania, debaten sobre el alcance y la justeza de las llamadas medidas de la Agenda 2010, promovida por el antiguo canciller Gerhard Schröder, y de su prolongación con la política de la actual canciller Angela Merkel. La entrevista está realizada justo antes de las elecciones alemanas pero creemos que mantiene su valor al centrarse sobre todo en el funcionamiento de la economía alemana y en el análisis de las llamadas reformas sociales y laborales Hartz.[1]
Según los sondeos, Angela Merkel es más popular que su contrincante Peer Steinbrück, cercano a Gerhard Schröder y al que apoyó en sus reformas. Según ustedes, ¿por qué?
Guillaume Duval: No creo que los alemanes estén encantados realmente con el balance de Gerhard Schröder, como así se demuestra en las débiles intenciones de voto del SPD.[2] Uno de los éxitos de Merkel es que ha mejorado un poco la situación social en relación con la que dejó Schröder.
Alain Fabre: En la actual Alemania no todo es perfecto, pero todos los partidos que compiten en estas elecciones rivalizan en imaginación en el objetivo de redistribuir el maná de éxitos de estos últimos años. Al final, el resultado es que estamos ante la economía más robusta de Europa. Los alemanes tienen la moral alta que muestran las encuestas, con el paro más débil de Europa, más débil que el de los Estados Unidos, y los salarios y el poder de compra se están portando bien.
G.D.: Alemania va incontestablemente menos mal que el resto de países europeos. Principalmente porque a lo largo de los últimos años se ha beneficiado de la industrialización de los países emergentes al demandar estos máquinas y automóviles de alta gama en la que Alemania es especialista. Sin embargo, esto es ya pasado y el futuro no será necesariamente de color de rosa.
A.F.: Alemania ha sacado adelante un proceso de reformas a fin de adaptarse al nuevo reparto mundial y al impacto de su reunificación que representaba 150.000 millones de euros de transferencias anuales hacia los nuevos Länders.
Ha practicado el método consensual hasta Schröder, en 2003, y a partir de ahí vemos un punto de inflexión que ha acelerado la tendencia. El canciller Schröder ha sacudido todos los componentes del modelo social alemán: pensiones, seguro de enfermedad, mercado de trabajo, el control de las cuentas públicas, etc. Hoy día, la economía ha encontrado una forma de equilibrio más allá del “todo para exportación”.
G.D.: 7% del PIB de excedente comercial el año pasado, ¿le parece equilibrado?
A.F.: Una buena estrategia de salida de la crisis conlleva en un primer tiempo la comprensión de la demanda interior y el crecimiento de las exportaciones. En una segunda fase, en la que estamos, el perfil de crecimiento se ha equilibrado, activando un impulso a la demanda interior para el consumo. En la actualidad el consumo se reactiva. Al aumentar un 3% anual se ha convertido en el motor de crecimiento en 2012-2013 y el salario aumenta más rápidamente que en Francia. Pero los alemanes consumen lo que producen e incluso menos puesto que hay superávit externo. En Francia el crecimiento está sostenido en el consumo que proviene del gasto público. Consumimos lo que no hemos producido.
Guillaume Duval, ¿en qué diverge usted con Alain Fabre en relación con las reformas emprendidas por el antiguo canciller Schröder?
Las reformas Schröder han debilitado lo que era la fuerza del modelo alemán, en particular la cohesión social del país, provocando la pobreza, la precariedad y las desigualdades. El sistema de negociaciones sociales no cubre ya sino a la mitad de los asalariados. La reforma de las pensiones es alabada en Francia pero nuestros vecinos están a punto de darse cuenta de la pobreza terrible que se prepara para las pensiones de los mayores. Estoy seguro de una cosa, y es que volverán a revisar esta reforma después de las elecciones, independientemente del resultado.
Gerhard Schröder preparó también muy mal el futuro al someter al gasto público a un a presión muy fuerte hasta llegar a no crear guarderías, ni escuelas que acogían a los críos durante toda la jornada, contradiciendo sus compromisos. De esta forma prolongó el problema demográfico alemán: es hoy Merkel quien se ocupa del mismo, y tiene razón en ello.
Paralelamente, Alemania es el único país de la OCDE donde las inversiones públicas son inferiores al desgaste de las infraestructuras. En el mes de julio el periódico Die Zeittitulaba: ” Deutschland geht kaputt“, Alemania se desploma en ruinas. Todos los candidatos han prometido grandes programas de inversión en infraestructuras.
Alemania está en suerte a pesar de las reformas Schröder. Las ha sufrido especialmente por la escasa presencia de niños y de jóvenes en su población lo cual le ha permitido hacer muchas economías en gastos privados y públicos. Alemania gasta 1,5 puntos del PIB menos que Francia en educación. Nuestro vecino ha perdido 400.000 habitantes desde el comienzo de siglo, Francia ha ganado 4,9 millones. Este descenso ha tenido como consecuencia que no haya habido burbuja inmobiliaria. Cuando no se tiene niños y los precios de la vivienda no suben esto permite aceptar una austeridad salarial un poco más pronunciada que en Francia.
Finalmente, los alemanes se quejan con frecuencia de los costes de la reunificación pero a fin de cuentas ellos han sido los grandes beneficiarios de la caída del muro, han podido reintegrar a los países de Europa central y oriental en el mismo sistema productivo. Antes de la caída del muro, el país de bajos costes que abastecía a Alemania con subcontratas era Francia. Hoy son Polonia, Chequia, Eslovaquia, etc. Y ello supone una ventaja competitiva masiva a la industria alemana que no tiene nada que ver con las reformas Schröder.
A.F.: ¡Pobre Schröder! ¿Por qué le achacamos a él todo lo que va mal y nada de lo que se comporta bien? Hay que partir de los hechos; son testarudos, como decía Talleyrand. El paro afectaba a 5 millones en 2005 cuando la Ley Hartz IV, la más controvertida, se puso en vigor. Hoy hay 2,3 millones de parados. El paro de larga duración se ha reducido a la mitad. El paro masivo ha casi desaparecido. Sobre todo hay que subrayar que el paro no baja en virtud del declive demográfico de Alemania. La tasa de actividad aumenta, la población ocupada ha aumentado un 6,5 entre 2005 y 2012 alcanzando un nivel récord: 41,7 millones. Las simulaciones realizadas por el INSEE muestran muy bien el efecto de las reformas del mercado laboral iniciadas por Gerhard Schröder en suAgenda 2010 de 2003 así como la evolución de los salarios a un ritmo inferior a la productividad en la pasada década. Antes era lo contrario. Hay que destacarlo.
Las reformas pusieron también en evidencia que la causa fundamental del desempleo de masas no era la debilidad de la demanda —Schröder y Oskar Lafontaine ya habían ensayado el relanzamiento keynesiano en los años 1998-1999— sino los costes y la rigidez del mercado de trabajo. Esto es lo que las reformas han desbloqueado. Así que la pobreza y la precariedad son fenómenos que ocurrieron antes de las reformas de Schröder y que se han estabilizado después de las mismas. De acuerdo con las cifras alemanas de la SOEP (German Socio-Economic Panel Study), la pobreza relativa ha tenido un aumento de 2,4 puntos entre 2000 y 2005, y entre 2005 y 2010 una disminución de 0,2 puntos, y después un ligero aumento de entorno al 0,5 entre 2010 y 2011, lo que se suma a la tendencia observada por Eurostat.
¿Cómo entonces se puede considerar a medio plazo —entre siete y diez años— que la bajada del paro y el alza sostenida de salarios por el crecimiento de la productividad provocan la generalización de la pobreza y el aumento de las desigualdades? Las reformas Schröder son reformas de estructuras por lo que sus efectos no se producen inmediatamente. Puede que haya a corto plazo efectos indeseables lo cual nos puede dar durante un cierto tiempo una visión un poco deformada, mientras el nuevo sistema se resitúa. La perspectiva de siete o diez años nos da una visión más clara de lo que se está produciendo. En realidad, las reformas Schröder se hicieron porque Alemania había agotado todas las demás recetas. Los responsables políticos —ya que hay un cierto consenso acerca de la situación entre CDU y SPD— pero también los económicos y sociales han dicho que era necesario reformar el Estado social a fin de evitar su derrumbe.
Alain Fabre, ¿Qué es para usted lo más importante de las reformas del mercado de trabajo, las llamadas “reformas Hartz”?
A.F.: El propio Hartz, ex directivo de recursos humanos de Volkswagen y procedente del sindicato IG Metall, lo ha destacado: aumentar el incentivo para entrar en el mercado de trabajo más que permanecer en el paro, incluso aceptando una bajada de los ingresos. Y es que la verdadera causa de la precariedad es la de ser excluido del mercado de trabajo, y eso era lo que ofrecía el estado social no reformado. Las leyes Hartz han permitido a los parados reintegrarse más rápidamente en el mercado de trabajo.
Por otro lado, las reformas han permitido responder a las transformaciones de la sociedad alemana, en la que los servicios constituyen las dos terceras partes de su actividad. Hace falta un sistema que permita obtener ingresos suplementarios así como tener acceso a un empleo para los trabajadores poco cualificados. De todos modos el sistema está diseñado básicamente para trabajadores calificados.
El mercado de trabajo actual no es el de los años 50, cuando el marido trabajaba en la industria automovilística y la esposa permanecía en casa. Una demanda femenina de trabajo no cualificado ha podido tener acceso al mercado de trabajo en vez de ser hostigada por condiciones reglamentarias que impiden su acceso al trabajo o que las condena a trabajar sobre todo en negro.
Las reformas Hartz nacen de esta idea: el mal que nos corroe está relacionado con la dependencia o asistencia [assistanat en el original francés]. El término tiene una connotación un poco moralista mientras que en el plano económico la gente es racional. Por tanto, si es más “ventajoso” permanecer en casa con un ingreso de compensación en lugar de reintegrarse en el mercado de trabajo estamos hablando de trampas de la inactividad.
G.D.: Gerard Schröder era un gran admirador de Tony Blair y Bill Clinton. Quería que también en Alemania el ” hire and fire “ (contratar y despedir) fuera más fácil y a ese fin introdujo la interinidad y las diversas disposiciones (minijobs, jobs a 1 euro…). Por otra parte presionó fuertemente sobre los parados a fin de obligarlos a trabajar, interviniendo especialmente en su situación y en sus ingresos. Este tipo de política ha creado pobreza y precariedad debilitando el consenso social pero ha facilitado también la entrada de la mujer en el mercado de trabajo marcando de esta forma una ruptura con el antiguo modelo familiar. En Francia pensamos habitualmente que Alemania es un país de tradición social-demócrata muy próxima a Escandinavia lo que es totalmente falso. Es un país muy conservador y esto se traduce en la relación hombre-mujer. Como ha afirmado Alain Fabre, la tasa de empleo de mujeres es ya muy elevada en Alemania pero esta entrada de la mujer en el mercado de trabajo se ha realizado de forma extraordinariamente desigual: Alemania es uno de los países donde la brecha entre los ingresos de los hombres y de las mujeres en el mercado de trabajo es mayor.
¿Por qué ha resistido tan bien el mercado de trabajo en Alemania frente a la crisis de estos últimos años?
G.D.: En 2009 Alemania sufrió una recesión del 5% y Francia del 3%. Nosotros perdimos 480.000 empleos y ellos cero. Alemania no recurrió a la flexibilidad externa como quería Schröder sino que echó mano de sus costumbres anteriores: poner en marcha el empleo parcial y los acuerdos en el seno de las empresas. Gracias a ello la demanda interior se comportó bien —todo lo contrario de lo que ha pasado en España o en el Reino Unido— y la gente estaba en su empleo cuando la economía se relanzó.
A.F.: Estoy casi de acuerdo con Guillaume Duval sobre la gran singularidad del mercado de trabajo alemán que pone en juego recursos viejos. El diálogo social alemán estaba paralizado por la lógica de la “asistencia” que se imponía a la de la solidaridad. Schröder y Hartz no hicieron esas reformas sólo en el método sino que dieron nuevo aire a un diálogo social que estaba ahogado por la deriva de un sistema incontrolable. Recordemos que estaba gestionado paritariamente por los sindicatos y la patronal. Hay que comprender por otra parte las medidas tomadas por Gerhard Schröder. Entonces se le criticó mucho, por ejemplo, el modelo de “un trabajo a 1 euro”. En realidad el término está mal escogido porque no se trata de un trabajo, a diferencia de los minijobs; se trata de medidas de inserción social para aquellas personas que no son capaces de volver al mercado de trabajo clásico y que se benefician también de prestaciones sociales.
El modelo alemán —y esto es un principio constitucional— ha entendido perfectamente los efectos indeseables del modelo liberal anglosajón. Trata de proteger a las personas, sobre todo a las más frágiles. Pero para lograr esto, no se debe extinguir lo que precisamente lo mantiene, la vitalidad de las empresas.
¿Y finalmente por qué le interesa de manera tan apasionada el sistema alemán?
G.D.: La referencia al modelo alemán está instrumentalizada en el debate público francés. Tras el fiasco del modelo anglo-americano, las reformas Schröder han servido de excusa para hacernos aceptar la disminución del coste de trabajo, la flexibilización del mercado de trabajo y el retroceso del gasto público. Sin embargo, en realidad son sobre todo los alemanes los que comienzan a mirar lo que pasa en Francia. Su mercado de trabajo se ha convertido de tal manera en un mercado “dual”, con una gran parte de asalariados que no están cubiertos ni por salario mínimo ni por convenio colectivo, que cada vez más se inspiran en nuestros métodos a fin de limitar los daños.
Los alemanes acaban de decidir ampliar un convenio colectivo a todo el sector de la carne, como ocurre en Francia. Esto es muy importante ya que la industria alemana imponía en este sector un dumping social devastador. Además, Alemania deberá adoptar a su vez uno o varios salarios mínimos tras las elecciones, sea cual sea el resultado.
A.F.: Los alemanes no tendrán Salario Mínimo como los franceses (SMIC), decidido por el canciller en su despacho. Está prohibido por la Ley fundamental de acuerdo con el principio de “Tarifautonomie”. Las negociaciones por rama son autónomas. Y efectivamente se da un problema en el sector de los servicios. El actual debate tiene una virtud pedagógica. Habrá probablemente mínimos que serán adoptados bajo forma de acuerdos de rama. El diálogo social alemán, en general, descansa en el pragmatismo de la representatividad. Un salario impuesto por ley tendría sobre todo por efecto —y esto es lo que vemos en Francia— deslegitimar a los sindicatos. ¡Curioso debate invertido!
Hoy día Alemania es objeto de interés porque muestra que es posible un elevado nivel de protección social en Europa en la actual fase de la globalización. Muestra el éxito de un sistema donde la sociedad domina al Estado y no como en Francia, donde el Estado domina a la sociedad. En cierta manera, Alemania es un espejo algo turbador del desclasamiento francés. Hasta la caída del Muro de Berlín nuestra menor eficacia económica se compensaba con nuestro estatuto político. Ya hemos perdido éste mientras que Alemania aumenta la diferencia en el terreno de la población y en el de de la transformación económica: se ha convertido en la primera economía europea.
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Original aparecido en Le Monde (20.09.2013), traducción de J. Aristu. Metiendo bulla lo toma prestado del blog hermano En campo abierto.
La otra cara de la moneda: en el último número de septiembre Le Monde Diplomatique(en francés y en español) ha publicado un interesante reportaje sobre las contradicciones del modelo alemán en relación con el mercado de trabajo.
[1] El término Hartz, también conocido como reformas Hartz o Plan Hartz (por su presidente Peter Hartz, antiguo director de recursos humanos de Volkswagen) son una serie de recomendaciones realizadas por una comisión para las reformas del mercado de trabajo alemán en 2002. Parte de las mismas pasarían a la llamada Agenda 2010 del entonces canciller alemán Gerhard Schröder ´que luego fueron efectivas mediante diversas acciones legislativas entre 2003 y 2005 que serían conocidas como Hartz I hasta Hartz IV.
[2] Como se sabe, el resultado final del SPD ha sido del 25,7, frente al 41,5 de la CDU de Merkel