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Nota editorial. Ayer se inauguró una plaza en la ciudad de Cornellá de Llobregat: la plaza Carles Navales, legendario sindicalista de Comisiones Obreras de Catalunya. Carles murió el 16 de junio de 2011.  Con motivo de su muerte, escribí para La Vanguardia el siguiente obituario.  


ELOGIO DE UN REFORMISTA, CARLES NAVALES




La noticia de la muerte de Carles Navales nos ha dejado anonadados a sus amigos. Lo ha sido, en mi caso, particular por muchas razones: la más íntima es que el jueves mismo teníamos una comida apalabrada junto con nuestro buen amigo Manuel Gómez Acosta, una costumbre que, desde hace años, cumplíamos a rajatabla cada quince días. La otra razón es el compromiso que juntos hemos tenido desde mediados de los setenta por las libertades sindicales y democráticas. Y, finalmente, la cantidad de artículos que firmamos conjuntamente en la sección de Cataluña de El País.


Carles Navales, muy jovencísimo, fue el principal dirigente sindical de las luchas obreras del Baix Llobregat y, ya en libertad, el primer secretario general de CC.OO. de dicha comarca. Su talante negociador fue la principal característica de este singular reformista y, en gran medida, ésta fue la cultura que hizo impregnar al sindicalismo bajollobregatense. Recuerdo su temple en la acción colectiva, en las mesas de negociaciones y su pedagogía siempre al servicio de la unidad sindical.


Nuestro amigo fue, ante todo, el paradigma del trabajador catalán culto, sofisticado. Capaz de estar atento a las grandes transformaciones del trabajo y la sociedad a través de sus potentes conexiones con la fábrica y la cultura. Desde sus diversos puestos de responsabilidad impulsó iniciativas tan diversas como el teatro y el circo (fue uno de los más importantes promotores del Circo en Cornellà y en el Festival Internacional de Albacete), del cante jondo y del jazz, amante también del cine. Desde hace años dirigía la revista de pensamiento La factoría (primero en formato tradicional, después en digital) en la que escribieron plumas tan prestigiosas como Bruno Trentin, Jack Lang, Felipe González, Santiago Carrillo, Pietro Ingrao, Manuel Castells, Jordi Pujol y un largo etcétera. Una revista plural que se vanagloriaba de contar con un millón de visitas al año.


Me es imposible dar una breve reseña de los personajes que frecuentó: Tete Montoliú y el Gato Pérez, La Niñade la Puebla y Pepe Isbert, Genís Matabosch y Salvador Távora, amén de los principales dirigentes políticos de la transición española y catalana. Todo ello le propiciaba un conocimiento de las grandes corrientes sociales y culturales de nuestro tiempo. Lo dicho, era un personaje singular. Que escribía y hablaba de una manera sencilla, coloquial sobre los temas más candentes. Por ejemplo, de los temas de la inmigración que dominaba profundamente desde su condición de mediador en múltiples conflictos de convivencia.


De hecho su capacidad de intermediación –primero en las lides sindicales y después en el mundo de los movimientos migratorios-- fue de primer orden. Fue un buscador de consensos amplios que se tradujeron en utilidades para los sujetos a quienes representaba. Lo hacía desde su concepción de la izquierda tranquila, casi a modo de los fabianos ingleses. Y siempre con un suficiente punto de vista fundamentado, sin ninguna concesión a la galería.


Ha muerto con 58 años. A una edad tan temprana como lo fueron sus primeros andares en el sindicalismo y en la política






Font: upec
14/10/2013
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