He leído el último libro de Daniel Goleman (Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia) inmediatamente después de un artículo de los psicólogos canadienses Raymond Mar y Keith Oatley, que aseguran que si de verdad se quiere desarrollar la inteligencia emocional, no hay nada mejor que la buena literatura. Los buenos lectores de Tolstoi, por ejemplo, son más capaces de comprender a los demás, de empatizar con ellos y de contemplar el mundo desde diferentes perspectivas. Ahora bien, para ser un buen lector hay que dominar el arte de la lectura lenta. La buena literatura no nos entrega sus secretos gratuitamente, sin esfuerzo. Exige un hábito de concentración lectora. Nietzsche, que se consideraba a sí mismo un maestro de lectura lenta, ponía como modelo a imitar las vacas, porque el buen lector sabe rumiar, dar importancia a los detalles, masticar los dilemas del texto. El buen lector no tiene prisa, no lee en diagonal, sino que avanza y retrocede a medida que la comprensión le impone un ritmo de lectura, que quizás es específico para cada gran obra.
La lectura lenta es el sacramento del humanismo. Y mucho me temo que sólo se puede practicar en el texto impreso, en el libro de toda la vida. Recientemente el Britain's National Literacy Trust ha hecho público un estudio en el que mostraba que los adolescentes que sólo leen textos electrónicos no saben disfrutar de la lectura lenta. Nos preocupamos mucho por la cantidad de libros que leen los niños, pero a menudo ignoramos su manera de leerlos. Posiblemente nos falta una didáctica de la lectura lenta, que sería una didáctica inconfundible de la atención profunda.
Vuelvo a Goleman, autor del bestseller "Inteligencia emocional", que causó un profundo impacto en el mundo educativo. A mí la expresión “inteligencia emocional” me incomoda, como me incomoda la de “inteligencias múltiples”. Esto no impide que esté completamente de acuerdo con Goleman sobre la importancia de la atención. Creo que educar es, básicamente, educar la atención y el apetito. Pero me pasa con este último libro de Goleman lo mismo que con los anteriores: no comprendo por qué no concede mayor importancia a la lectura como educadora tanto de la emoción como, específicamente, de la atención. ¿No es un contrasentido pretender educar la atención relegando escolarmente la actividad que mejor le educa, la lectura lenta y profunda?
El blog del profesor Luri es El café de Ocata: http://elcafedeocata.blogspot.com.es/