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Esta es una trascripción de una plática que hemos tenido, vía canal privado en facebook (mensajes), dos profesionales de la sanidad madrileña –Tranquilino Barjas y Macario Sánchez, muy veteranos ambos— y un servidor. El doctor Arcadio González no pudo conversar con nosotros porque estaba de guardia. Esta trascripción ha tenido los necesarios retoques dado el lenguaje sincopado y de abreviaturas de este tipo de conversaciones por dicho medio.

JLLB.  Muchas felicitaciones por el triunfo que habéis tenido.  De hecho, Madrid –capital de la Gloria, que diría nuestro Rafael Alberti--  reedita otra gran victoria, cuando todavía sigue viva la experiencia de la huelga de la limpieza. Ahora os ha tocado a vosotros en la sanidad. 

Tranquilino. Gracias, José Luis. Todo el personal está muy contento; por mi parte parece que estoy pisando nubes. Para serte franco, yo no las tenía todas conmigo. Macario tenía razón.

JLLB. Aclarad eso.

Macario. No es para tanto.  Yo partía de una premisa: si no dábamos la cara todo estaba perdido; pero si nos poníamos firmes había una posibilidad de darle la vuelta a la tortilla.

Tranqui. Es cierto lo que dice Maca, siempre lo repetía. En mi caso, después de varias movilizaciones empecé a pensar que todo estaba perdido. Pero seguía luchando. Era cuestión de dignidad. Era algo que veía en muchas caras cuando hacíamos nuestras asambleas.

JLLB. ¿Podemos decir la «dignidad de la esperanza»?  

Tranqui. No, yo lo dejaría en la dignidad a secas. No quería tener durante mucho tiempo un regomello en el cuerpo, la inquietud de de tener la responsabilidad de haber contribuido a no seguir hasta el final. Y después estaba la insistencia, como un disco rayado, de Macario: hay posibilidad, hay posibilidad…

Macario. Esa era una frase de Simón [Sánchez Montero, nota del transcriptor].

Tranqui. Sí, Simón siempre estaba explorando posibilidades.

Macario. Y luego estaba aquella juventud que continuamente nos planteaba formas de lucha que nosotros, a nuestra edad, considerábamos un poco cursilonas. Pero que, con la vista atrás, me parece que unían alegremente a todo el personal. Oye pon “alegremente” en cursiva, por favor.

JLLB. No hay problema, Maca. En cursiva aparecerán.

Tranqui. Maca se refiere a cuando la juventud casi nos obligaba a cantar y bailar, a aquellas combas. La unidad sin aspavientos dramáticos, un jolgorio de protesta, que a nuestros años se nos antojaba muy lejos del dramatismo, de la épica de antaño. De todas formas, a los viejos nos ayudaba. Era una terapia que nos unía.

Macario. Sí, la «unidad social de masas», que tú, José Luís, decías ayer, con cara de fraternidad alegre. La alegría frente a la cara de pocos amigos de nuestros adversarios.

JLLB. Te veo lírico, Maca.

Macario. Cosas de la edad. Oye, Tranqui: has hablado de la juventud. Sin embargo, me gustaría aclarar que las chicas han sido de verdad las más creativas, las más alegres, las más genuinas catalizadoras del proceso. Las más bailonas y desenfadadas. Lo que, en mis tiempos, hubiéramos llamado «la vanguardia».

Tranqui. Estoy de acuerdo con Maca.

Macario. En todo caso, la victoria también ha sido fruto de lo que Simón llamaba, con el lenguaje de la época, la «política de alianzas». Me refiero a la relación con nuestros Colegios profesionales, con el pueblo de Madrid cuando organizamos aquellas recogidas de firmas.

Tranqui. Te veo ortodoxo, Maca, en tu lenguaje.

Macario. Bueno, es que ya tengo mis años. Pero, si lo prefieres, te diré que hemos usado la ortopraxis de los grandes movimientos sociales: la unidad de todos los afectados y la relación con la sociedad. De libro. Vamos, de primero de Simón Sánchez Montero. De primero de bachillerato de Simón Sánchez Montero.

JLLB. Eso lo sacas de Pepe Sacristán que dice que él está en primero de Fernando Fernán Gómez. Bien, compañeros, y ahora ¿qué?.

Macario. Oye, déjanos respirar que todavía la cosa está muy reciente. De momento, este fin de semana me voy a dedicar a repasar mi cuaderno de bitácora donde, diariamente, iba apuntando las evoluciones del proceso.

Tranquilino. Lo hacía en esos libros de contabilidad de pastas duras. Yo le llamo el libro de Petete.

Macario. Te lo aclaro, José Luis. De momento tenemos que digerir nuestra propia experiencia y observar qué análisis hacen de todo ello los grandes sujetos políticos y sociales. Porque lo sucedido ha puesto en cuestión (ya veremos hasta dónde) el mismo tronco de las políticas neoliberales…

Tranquilino. «Bien has hozado, viejo topo».

Macario. … No me vengas con citas, Tranqui. Unas políticas que, en nuestro caso, quieren aprovecharse de la profunda innovación tecnológica y de la constante investigación para que los recursos financieros públicos que mueve se trasladen a la empresa privada. Ha sido un golpe a los caladeros del Partido Popular (de los que Lasquetty era sólo un rabo) en los terrenos más llamativos: el nuestro, el de sanidad; y antes lo fue el del urbanismo en el barrio de Gamonal. Por otra parte quisiera decir algo: nuestra reacción y la de todas las luchas en defensa del Estado de bienestar es un severo correctivo a ciertos planteamientos de algunos teóricos de la izquierda que se desgañitaron, hace ya algunos años, afirmando que el Estado de bienestar era un intento de control social por parte de la burguesía.

Tranquilino. «Buen rugido, león».

JLLB.  El libro, Maca, el libro de Petete.

Macario.  Cada día escribía una pequeña crónica sobre el desarrollo de la acción: de cada asamblea, huelga, manifestación. Esto me lleva a plantear una cuestión que considero interesante: ¿por qué en los centros de trabajo no hay alguien que escriba la «biografía» de lo que pasa en su microcosmos? Me refiero a qué tipo de maquinaria, qué innovación tecnológica, qué organización del trabajo, qué convenio, qué acciones colectivas, qué tipo de asalariados. Me parece de interés.

Tranquilino. Maca, por lo menos podrías decir que esa idea te la dí yo, y de hecho se concretó en el libro de Petete.

Macario. Dicho está.  

JLLB. Tranqui, cuando hablas de «el viejo topo», ¿te refieres a lo que dijo el Barbudo de Tréveris?

Tranquilino. Claro, claro. Una de las grandes citas de El 18 Brumario, aunque Simón Sánchez Montero me dijo que Marx se inspiró en el Hamlet: «Así se habla, viejo topo».

JLLB. Vale, voy a acostarme sabiendo una cosa más, lo del viejo topo.   






Font: upec
30/01/2014
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