La fiscalía se opone a que se indulte a don Baltasar Garzón, de un lado; de otro lado, el juez (me resisto a ponerle por delante el ex) escribe hoy en El País un artículo, titulado atinadamente El oasis de la impunidad ( http://elpais.com/elpais/2014/01/30/opinion/1391092128_686290.html). Son dos motivos para revisitar a nuestro hombre.
Al juez Garzón se le machacó ad nauseam, desde distintos ángulos –políticos, mediáticos y estercoleros diversos— por razones ya sabidas, otras que intuye un sector de la ciudadanía y por unas cuestiones, todavía no dichas, que veremos más adelante. Empecemos por las conocidas: su investigación del caso Gurtel y la ley de la Memoria histórica. La que intuimos: su decidida apuesta por la Justicia universal, que formalmente arrancó con lo de Pinochet. No hace falta explayarse en esto, pues lo saben los romanos y los cartagineses.
Conviene, pues, poner al descubierto aquellos motivos (algunos no suficientemente expresados, otros nunca mencionados).
1.-- La demolición de la toga de don Baltasar era un firme aviso a los jueces españoles: sólo (y solamente) es tolerable la independencia judicial en casos de poca monta; el neobonapartismo del poder (de los poderes, más bien dicho) está más allá de los perifollos de la independencia de los jueces. Las togas son, en esa tesitura, una sombra de los intereses contingentes de la política instalada. Y, de otro lado, una prótesis de los poderes inmanentes. Quien siga a Garzón ya sabe lo que le toca.
2.— Y otra: eliminado Garzón se borra del mapa su enérgica actuación contra el terrorismo etarra. Eliminamos prusianamente a quien, lúcidamente, intervino en los ganglios de la banda a partir de su investigación del origen de los dineros de ETA. La liquidación de la banda debía monopolizarse, de cara a la gente, desde la cadena política de mando a los cuerpos policiales. En ese sentido, la estrategia de Garzón no sólo era irrelevante sino que debía desaparecer de la biografía de la lucha antiterrorista. A la derecha le convenía este desafuero y a otros no le interesaba demasiado. En esa operación de ocultamiento de la estrategia de Garzón estuvieron los nuevos Thiers, los nuevos «Marrast, le républicain en gants jaunes», los nuevos Cavaignac y quienes siguen dando soporte al nuevo Krapulinski, el “hombre de estupidez ladina” y todos aquellos interesados en que «se respete el nombre de la libertad impidiendo su aplicación real y efectiva (por vía legal, se entiende)». El lector perspicaz ya ha caído en la cuenta de que estamos hablando de los comicastros de la farsa de El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, cuyas señas pongo a disposición del lector: http://www.formacion.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2013/07/El-18-Brumario-De-Luis-Bonaparte.pdf
3.-- La pregunta es: ¿para cuándo un gran homenaje (o un conjunto de ellos) a don Baltasar Garzón, que recorra los trescientos sesenta puntos cardinales de la Rosa de los Vientos?