¿Saben ustedes que ha muerto Manolita Chen? Tan sólo la acompañaron quince personas en el entierro. Manolita, Manolita Chen que, con su circo chino, fue el cabaret ambulante de los pobres durante casi medio siglo. Ella y su troupe fueron las lentejuelas y las luces –pobres, vistas ahora, pero luminosas para nosotros en aquellos entonces-- que nos permitieron adivinar cómo nacían los muslos de las mujeres. Desde primeros de los cincuenta del siglo pasado fue el consuelo fugaz de los jornaleros, la alegría temprana de los mozuelos que no habíamos visto nunca a una mujer casi en pelotas, con los pezones al air y las manos que todos hubiéramos deseado que estuvieran más cerca de nuestras ingles. Manolita fue la gran provocadora de nuestros sueños, dormidos y despiertos.
Su teatrillo era un cuchitril, pero a nosotros se nos antojaba --¿dónde va a parar?-- «el mayor espectáculo del mundo». Cuando echaron en el cine de Benítez, en Santa Fe, la película Trapecio, con Gina Lollobrigida, fuimos muchos los que nos dijimos que Manolita Chen era más grande y mejor hecha.
Por aquel zaquimaquí pasaron toda una serie de copleros y caricatos en sus primeros andares como artistas: Marifé de Triana, Porrina de Badajoz, el Fary y no sé cuántos más que se fueron fogueando cara al respetable público. Siempre fue el cobijo de determinados cantantes en sus horas bajas.
Aquel cabaret ambulante de los pobres era constantemente fustigado por los curas de olla que, desde los púlpitos, exigían –bajo amenaza de fuego eterno-- no ir a ver a esa pendona de Manolita Chen, a ese antro de Satanás. Informado Juan de Dios Calero de ello respondió con la retórica de la lucha de contrarios, cambiando adrede los significantes y significados: «Pos qué bien se debe estar en el infierno». Y nos fuimos a Granada a verla. Allá en el Paseo de la Bomba. (En mi casa dije que habíamos estado en el concierto de la Banda Municipal, dirigida por el maestro Faus).
Hace pocos días que ha muerto Manolita, la más grande. El consuelo del proletariado desarmado. Sólo quince personas la acompañaron en el entierro. Ni siquiera estuvieron, desagradecidos, quienes, siendo mozos, babearon al verla moverse al son de «Ya viene el negro zumbón». Tampoco nadie de la profesión le echó una mano: murió en un asilo de ancianos. En Espartinas, provincia de Sevilla.
Vean, vean el singular espectáculo de Manolita Chen. Lo tienen en https://www.youtube.com/watch?v=VmsbU4tFesQ por gentileza de la Radio y Televisión de Parapanda.