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Con 37 años, Julia Wilson estaba cansada de vivir en Colorado(Estados Unidos). Quería volver a Gran Bretaña junto a sus dos hijas y su marido, Justin Wilson. Sin embargo, un accidente se llevaba la vida de su marido en el trabajo. Justin era piloto de carreras, desde 2008 competía en IndyCar, y su vida terminó por un accidente que ni siquiera era el suyo: uno de los coches que iban delante sufría un percance y Wilson recibía el impacto de una de las piezas en su cabeza, quedando insconciente. Tras unas hora en coma, fallecía en el hospital de Allentown (Pensilvania, Estados Unidos).

Sin embargo, tal y como informó su hermano Stefan Wilson por Twitter, su muerte no fue en vano. Donante de órganos desde hacía años, seis vidas pudieron salvarse gracias a las vísceras del piloto. También competidor en IndyCar, Stefan aseguraba en la red social que «hoy mi hermano ha salvado seis vidas por ser donante», y aprovechaba para dar las gracias por los ánimos recibidos y las muestras de apoyo y cariño a la familia del fallecido.

Y es que además de a su mujer, Julia, Justin Wilson ha dejado tras de si a dos niñas, Jane y Jess, con las que aparecía en varias imágenes en su cuenta personal de Instagram. Vestidas de la princesa Elsa de «Frozen» pero maquilladas como zombies para Halloween,practicando ciclismo o escalada junto a su padre o dándose un chapuzón en el mar, las pequeñas eran la gran pasión del piloto, quien también era embajador de la Asociación Internacional de Dislexia, tras sufrir la enfermedad en su infancia.

Un piloto diferente

Justin Wilson tenía claro lo que quería, y se las apañó para conseguirlo. Nacido en Sheffield en 1978, su 1,93m de altura lo convirtieron en el piloto más alto que ha tenido la Fórmula 1. Y eso que no fue fácil para él llegar a la máxima categoría de competeción automovilística.

Fue su agente, Jonathan Palmer, quien ante el interés de la escudería Minardi por contar con Wilson para uno de sus coches, ideó la campaña «Invest in Wilson». Una especie de «crowfunding» pionero lanzado para que los aficionados le ayudasen a alcanzar el millón de libras necesario para obtener el preciado asiento. La inversión mínima era de 500 libras, pero con ella tendrían derecho a un porcentaje de los ingresos del piloto hasta el año 2012.

Ni qué decir tiene que la idea fue un éxito, con la participación de 900 accionistas. Sin embargo, los malos resultados y de nuevo la falta de dinero le obligaron a abandonar la Fórmula 1 en el año 2004. Allí participó primero en la Champ Car para luego dar el salto a la IndyCar, además de participar en otras competiciones como las 500 millas de Indianápolis o las 24 horas de Daytona, en la que fue campeón en 2012.

Fuente: Diario ABC


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27/08/2015
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