Las enfermedades cardiovasculares continúan siendo la primera causa de mortalidad en nuestro país. No en vano, son responsables de hasta un 29,39% de los decesos que se registran cada año entre la población española, siendo la cifra de fallecimientos superior en las mujeres –67.736 en 2015– que en los varones –56.461 en el mismo año–. De ahí que resulta necesario, cuando no vital, mejorar el abordaje de estas enfermedades y concienciar a la población sobre la importancia de adoptar hábitos de vida saludables, caso de la práctica de ejercicio y de seguir una dieta adecuada, para prevenirlas. Y para ello, la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y la Fundación Española del Corazón (FEC) impulsan este martes en nuestro país la celebración del Día Europeo de Prevención del Riesgo Cardiovascular, que en este 2017 estará dedicado a la hipertensión arterial. Y es que si bien en la última década se han registrado descensos muy significativos en la cifra de decesos por otras enfermedades y episodios cardiovasculares, caso muy especialmente de los infartos y los ictus, no ha sucedido así en el caso de la hipertensión. De hecho, la cifra de fallecimientos por enfermedades hipertensivas es a día de hoy un 90% mayor que la de hace 10 años.
Como explica Carlos Macaya, presidente de la FEC, «mientras que en 2005 la hipertensión provocaba 6.661 fallecimientos, en 2015 ya fue la causante de 12.674 decesos. Además, ya que recordar que la hipertensión es factor de riesgo de otras enfermedades cardiovasculares como el infarto y el ictus, por lo que seguramente es causante de muchas más defunciones».
Bajar la ingesta de sal
La hipertensión arterial, esto es, la enfermedad definida por unas cifras de presión sanguínea superiores a 140/90 mmHg, constituye, como alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS), la primera causa de mortalidad global. Y es que como recuerda la FEC, la hipertensión arterial supone una mayor resistencia para el corazón a la hora de ejercer presión sobre las arterias para que conduzcan la sangre a los órganos del cuerpo. El resultado es que el corazón se ve obligado a aumentar su masa muscular –o en términos médicos, a desarrollar una ‘hipertrofia ventricular izquierda’– para hacer frente a ese sobreesfuerzo, lo que puede desembocar en insuficiencia coronaria y angina de pecho.