Un nuevo test monitoriza la adecuación de la terapia inmunosupresora en cada paciente que ha recibido un trasplante de riñón
El rechazo es uno de los principales enemigos de los trasplantes. La administración de fármacos inmunosupresores, cada día más eficaces y seguros, ha contribuido a minimizar esta complicación. Sin embargo, sigue existiendo y considerándose un problema de primera magnitud en este ámbito, hecho que demuestran los continuos esfuerzos de las investigaciones, clínicas y básicas, y que se han presentado en el Congreso Mundial de Trasplantes, que se ha celebrado en Madrid y que ha contado con la participación de más de 5.000 profesionales.
Una de las aportaciones más notables y novedosas ha sido la de la biomédica española Biohope que ha diseñado un inmunobiograma, un test todavía en desarrollo, cuya actividad y función es muy similar a la de los antibiogramas clásicos para la elección concreta de antibióticos. Este nuevo antibiograma de la inmunidad, que analiza los fármacos que actúan sobre el sistema inmunológico, permitirá, en un futuro, seleccionar los inmunosupresores más adecuados en cada paciente para evitar el rechazo.
Medicina de precisión
“Se trata de una medicina personalizada que ofrecerá a los clínicos que trabajan con el trasplante los fármacos inmunosupresores a los cuales un paciente en concreto muestra más sensibilidad o, por el contrario, parece más resistente. Ayudará a escoger la estrategia más adecuada”, ha explicado a DM Isabel Portero Sánchez, directora general de Biohope y alma mater del nuevo test conseguido con el trabajo de un equipo multidisciplinar.
En 2016 comenzó el desarrollo del inmunobiograma, primero en el mundo de estas características, empleando células de banco de sangre y con el objetivo de demostrar su potencial utilidad en pacientes reales. Así, en el Congreso Mundial de Trasplantes, Biohope ha dado a conocer los primeros datos de un estudio clínico llevado a cabo en los hospitales madrileños La Paz y Puerta de Hierro sobre 70 personas a las que se les había practicado un trasplante de riñón.
La presentación de esta prueba de concepto ha corrido a cargo de Julio Pascual, jefe del Servicio de Nefrología y director médico del Hospital de Mar, en Barcelona. Las buenas perspectivas del test han animado a los responsables de esta biotecnológica a proseguir las investigaciones con la puesta en marcha de otro ensayo internacional, que también coordinará Pascual, en el que participarán 7 hospitales de Europa y otro de la estadounidense Escuela de Medicina de Harvard.
El objetivo del nuevo test es evitar el rechazo, pero también reduce los efectos adversos, pues se no administra lo que no es efectivo
Los resultados del primer estudio con el nuevo inmunobiograma, una conjunción de biotecnología e ingeniería de datos o Big Data, ponen de manifiesto que para cada paciente se puede describir el inmunosupresor más adecuado con un procedimiento clínico relativamente sencillo: después de que el paciente ha sido trasplantado, mediante un análisis de sangre periférica “es posible monitorizar si el tratamiento inmunosupresor que está recibiendo es el más adecuado y si con el paso del tiempo sigue siendo así o es necesario introducir cambios para conseguir el objetivo prioritario: evitar el rechazo del órgano”, señala Portero, quien también subraya que existe otra meta derivada: al ajustar los tratamientos disminuyen los efectos adversos de los propios fármacos porque se dejan de administrar inmunosupresores que no son válidos y, por tanto, la toxicidad añadida.
Los datos del ensayo clínico apuntan a que con el análisis que ofrece el inmunobiograma es posible describir el patrón de sensibilidad de las células circulantes inmunitarias del paciente frente a una batería de fármacos, concretamente siete inmunosupresores, que se emplean habitualmente después del trasplante de órganos.
Otro gran resultado del estudio relaciona la sensibilidad farmacológica con el estado real del paciente mientras recibe el tratamiento. En el estudio se incluyeron 70 pacientes de tres tipos. Un grupo rechazaba continuamente el riñón, según criterios objetivos clínicos. Precisamente, en más de la mitad de este grupo de casos en los que el rechazo era evidente, “se ha encontrado que son resistentes a, por lo menos, uno de los medicamentos que están recibiendo. Aunque el estudio no lo demuestra, sí sugiere que esta resistencia podría ser la causa del rechazo. En cualquier caso, este dato sí es relevante para el clínico y para el paciente”.
Conceptualmente, pero con desarrollos específicos, la prueba puede extenderse a la inmunoterapia del cáncer y a la artritis reumatoide
De la experiencia de los pacientes en los que el trasplante discurre sin ningún tipo de problema, la utilización de este nuevo test también ofrece conclusiones: se trata de pacientes que han recibido el injerto renal hace 25 o 30 años y a los que se administra muy poca medicación. En este subgrupo se ha detectado que “sus células son especialmente sensibles a la inmunosupresión que reciben. Desconocemos la causa, pero el dato es evidente”.
¿Se puede aplicar el test para monitorizar la medicación en otros trasplantes? La especialista considera que podría emplearse el mismo inmunoensayo, aunque con aspectos específicos, desde el punto de vista metodológico, para cada uno de ellos y demostrar su utilidad.
Versiones para cáncer y AR
Pero además, el inmunobiograma, que Biohope podría empezar a ofertar como un modelo de servicio sanitario en el año 2020 para el ámbito de los trasplantes, puede, “al menos conceptualmente”, según la especialista, extender sus tentáculos a la inmunoterapia del cáncer, aprovechando la tecnología desarrollada, pero con variaciones específicas.
En reumatología, Portero explica que han comenzado un estudio, junto con el Hospital Reina Sofía y el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica (Imibic), ambos en Córdoba, para comprobar si el modelo es útil, concretamente en artritis reumatoide (AR). En principio se ha incluido un paquete de investigación para los fármacos orales típicos y los nuevos inhibidores de JAK cinasas, aunque también se contempla la posibilidad de incluir, con un desarrollo específico futuro, la actividad de los anticuerpos monoclonales inyectables.